¿Somos unos delincuentes?

Nunca entendí bien eso del delito de odio. No sé como su puede legislar sobre un sentimiento ni que tipo de superioridad moral tiene alguien para juzgarlo. Además es un delito “pret a porter” porque es a medida, es decir, si odias de acuerdo con los “progresistas” le llaman libertad de expresión, pero si odias contra corriente eres un presunto delincuente. Quiero confesar que, me temo, soy un delincuente porque yo odio. Es un sentimiento que tengo muy dentro de mi y desde muy pequeño, creo que lo tengo incorporado en mi ADN y no estoy dispuesto a renunciar aunque ello me pueda conllevar una condena, la cumpliría con gusto. Odio a quienes ensombrecieron mi infancia, a quienes llenaron mis ojos de lágrimas y enmudecían a mi familia cada día al sentarnos a la mesa viendo, como antes se hacía, el telediario. Cada día un asesinato, una bomba, un tiro en la nuca que dejaban un rastro de sangre, de muerte, de niños destrozados en la calzada, de huérfanos, de servidores públicos machacados por el mero hecho de estar al servicio de todos. Eso es la ETA y el motivo de mi odio. Y digo bien, “es” porque aquel espíritu asesino sigue vivo y alimentado por los nostálgicos del terror y por quienes los amparan. Esos que reciben en sus pueblos como héroes a los asesinos que son acercados a las cárceles del país vasco o, aún peor, que quedan en libertad para encontrarse por las calles a las familias de sus víctimas que, en silencio, mantienen intacto el dolor y el miedo que estas alimañas inhumanas les hicieron sufrir. Viene esto a cuento porque, hoy mismo, mientras ustedes leen estas líneas, se está desarrollando un homenaje a Henri Parot un terrorista asesino condenado a más de 4.000 años por 39 asesinatos y más de doscientos heridos y mutilados en nombre de ETA. El homenaje de la vergüenza tiene lugar en Mondragón, este argelino disparó en la nuca de ciudadanos, guardias civiles, fiscales, empresarios y trabajadores, fue detenido en un control rutinario a las afueras de Sevilla cuando portaba en su coche cientos de kilos de explosivos destinados a matar a inocentes y que, afortunadamente, fueron recuperados por la guardia civil evitando así nuevas víctimas a manos de este asesino sanguinario. Los convocantes de esta vergüenza dicen que es injusto que una condena a 4.800 años sea de hecho como una cadena perpetua. Olvidan a sus víctimas y sus familias, estos sí están condenados al dolor perpetuo pero este dolor no les afecta a los activistas proetarras de hoy. A mi sí y además despiertan de nuevo mi odio porque imagino el sufrimiento renovado de aquellos que enterraron a los suyos entre insultos y amenazas. La justicia no ha querido prohibir este acto infame y solo el gobierno de Sánchez podría ordenar la suspensión de este “homenaje”. A esta hora del viernes el acto no ha sido suspendido y, solo un milagro, podría evitarlo. Le diré algo, creo que se celebrará porque los que lo promueven son apoyos parlamentarios del gobierno de Sánchez y esto aumenta, si cabe, mi tóxico sentimiento. No lo puedo evitar y quiero enviar desde aquí mi cariño y respeto a todas las víctimas del terrorismo. Señoría, aquí me tiene, si quiere condenarme por ello, será un honor. Y conste que, aunque se suspendiera hoy esta vileza, mantengo este artículo intacto, solo su convocatoria es una ofensa.

¿Somos unos delincuentes?

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