Aristóteles, Pitágoras, Santo Tomás de Aquino, Kant y Rousseau odiaban a las mujeres. Shakespeare y Voltaire eran antisemitas. Jefferson, Washington y Bolivar tenían esclavos, y para liberar a los indios, Bartolomé de las Casas defendía la esclavitud de los negros. La lista sería interminable, y aplicar lo políticamente correcto sin considerar el contexto temporal, desembocaría en un descomunal borrado histórico que no discriminaría a los canallas, de los que pese a sus prejuicios hicieron avanzar a la Humanidad, o nos acomodaron la existencia. Primero se bregó contra la intolerancia religiosa, después contra la esclavitud, más tarde contra la explotación del trabajador, y los que ahora lidian por una sociedad igualitaria entre sexos y por reducir la huella ecológica, el día de mañana serán señalados por defectos que hoy no lo son; no todas las estatuas se erigieron para ser derribadas.