Más Bruselas, más socialismo, más municipalismo, más joven y más feminista. Ahí están los rasgos faciales del nuevo Gobierno. Pero la huella facial de un organismo vivo no garantiza nada en relación con su misión en la vida. La misión en la vida de un Gobierno es mejorar las condiciones de vida de sus ciudadanos mediante una buena gestión y, en consecuencia, ganar para su partido las próximas elecciones.
Nada está escrito en ese sentido. Porque nada nuevo invita a pensar que, con Sánchez al frente del equipo ahora y antes, haya cambiado el enfoque sobre los tres fardos que estaban y están determinando el futuro inmediato del Gobierno de coalición: uno, la gestión del volquete multimillonario de Bruselas en nombre de la recuperación económica; dos, el ataque de la variante delta a una población que se creía inmune con las vacunaciones masivas, y tres, el desafío independentista en Cataluña, que sigue siendo el armario en la espalda del presidente del Gobierno.
Agítense esos tres ingredientes en la coctelera del nuevo trio de poder Pedro Sánchez-Félix Bolaños-Óscar López (piloto y copilotos en la cabina de mandos, con Calviño en la cuenta de resultados y Albares en la sección exterior) y ya podremos competir con ventaja en los circuitos políticos y mediáticos de nuestra surrealista política nacional.
Lo demás depende del laberinto de variantes que nos espera en un escenario marcado por la aberrante ubicación del que gobierna y el que puede gobernar en bandos opuestos, cuando se trata de temas de Estado, como el llamado conflicto catalán y la renovación de órganos constitucionales. Es un grave problema de fondo que se deriva de la fórmula elegida por Sánchez para dotarse de estabilidad. Me refiero a sus compañeros de viaje: populismo de izquierdas y populismo identitario.
Un regalo para la oposición representada a la derecha del PSOE. Se visualizó el 4 de mayo con la barrida de Ayuso en las elecciones autonómicas de Madrid, se refleja en las encuestas a escala nacional (PP al alza, PSOE a la baja) y ya forma parte del discurso de Casado, Arrimadas y Abascal, definitivamente alistados en la campaña del váyase señor Sánchez, con alusiones permanentes a la dimisión del presidente, la moción de censura o la convocatoria de elecciones.
Todo eso está en las causas del desgaste que Sánchez pretende superar mediante la profunda remodelación que acaba de llevar a cabo en su Gobierno ¿Lo conseguirá? Se admiten apuestas.