La China que viene

Ha dicho Xi Jinping que el comunismo chino tiene ya un siglo de historia, y lustro arriba, lustro abajo, nadie se lo va a discutir, porque Xi Jinping no es sólo el presidente de la República Popular China, sino también el Secretario General del Comité Central del Partido Comunista Chino.


Son muchos los que suponen que hacia finales de este siglo XXI China será la primera potencia mundial, pero el futuro ya sabemos que duerme en las rodillas de los dioses, y los dioses suelen tener temporadas muy inquietas.


La fórmula elegida del comunismo capitalista les ha funcionado bastante bien hasta ahora, aunque no es economía estable todo lo que reluce y, de cara al futuro puede haber problemas, aunque si China tiene problemas financieros las bolsas del mundo se pueden pegar un batacazo como para reírse de las crisis pasadas.


A su favor tienen una ciudadanía acostumbrada obedecer –bien al mandarín de turno, bien al mandarín comunista–, unas familias estructuradas, y una disposición para el trabajo que es imposible encontrar en la sociedad occidental. Los españoles, por ejemplo, trabajamos casi como los chinos en el decenio del sesenta, con lo del pluriempleo y “todo por el coche y el televisor”, pero ya nos hemos repuesto. Asimismo, no tienen ningún problema derivado del mestizaje, porque los chinos no suelen formar parejas donde uno de los componentes sea de otra cultura o de otra raza.


Los entusiastas de la prospectiva y del juego de los profetas auguran un empate entre lo que serían los “Estados Unidos de Europa y América” y la República China. Pero nadie habla del Oriente Medio, creo que bastante renuente al evangelio marxista o al evangelio de Confucio. Y, eso sin contar los problemas internos de una sociedad donde la corrupción y las evidentes diferencias de clase pueden incitar a rebeldías.


Claro que esto no afecta a los nacionalistas catalanes que seguirán observando su ombligo envuelto en el futuro referéndum del siglo XXII.

La China que viene

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