CUANDO Aramís Fuster se desnudó –metafóricamente, ¡por Dios!– ante España entera en 2016 y reconoció que no era bruja ni vidente, su cotización cayó en picado. Tan desgarradora confesión conmovió a millones de españoles, que se sintieron desamparados al enterarse de que su sanadora favorita era una caradura. La invidente –¿se califica así quién no es vidente, no?– se fue hundiendo en una sima tan honda como la fosa de Las Marianas, de la que ha emergido con otra revelación sensacional: “Difiero de Einstein en varios puntos”... Menos mal; siempre ha sido difícil que dos genios estén de acuerdo. FOTO: aramís fuster | aec