el rey, la institución de la Monarquía, se ha convertido en el caballo de batalla de secesionistas y podemitas. Sin embargo, lo que sucedió ayer en el Congreso, durante la sesión de control al Gobierno, superó lo visto hasta el momento. Que el botarate de Rufián relacione al monarca con la extrema derecha tampoco debe sorprender tanto, lo que resulta absolutamente inexplicable es el silencio cómplice del Gobierno. Bueno, de parte del Gobierno. Se supone que los podemitas, como extrema izquierda que son, se sentirían muy felices, pero, hasta ahora, el PSOE era un partido de Estado y se suponía que la defensa de las instituciones democráticas figuraba en su ideario más primigenio. En lugar de eso, la presidenta del Congreso, Meritxell Batet, consintió los ultrajes sin llamar en ningún momento al orden, como sí hizo, por ejemplo, el día que Álvarez de Toledo afirmó que Pablo Iglesias era hijo de un terrorista. Resulta terriblemente preocupante pensar lo que está dispuesto a ceder Sánchez con tal de que que Rufián y los suyos le aprueben esos presupuestos que le permitirán seguir en La Moncloa. FOTO: Rufián, montando el numerito | aec