LOS dirigentes de los sindicatos del campo perdieron la calma al enterarse del plan del vida de Iñaki Urdangarin en la cárcel del Brieva. Sacho en mano, cultivaba tomates y pimientos en un pequeño huerto y después se entregaba al cuidado del cuerpo: bicicleta estática y ejercicios en las espalderas. Si convocaban unas olimpiadas agrarias estaba claro quien monopolizaría las medallas –si después las vendiese, igual hasta podría devolver lo que debe–. Pero ya pueden estar tranquilos. El cuñado del rey se ha cansado de la soledad de la prisión abulense y pedirá el traslado a otro penal, lógicamente masificado y donde se acabarán la agricultura y el deporte. FOTO: urdangarin | aec