que “solo sí en sí” –la evolución del “no es no” con el que se empezó a dejar de culpabilizar a las víctimas de agresión– es la premisa de la nueva Ley de Libertad Sexual. El consentimiento es la clave para que haya o no delito, más allá de la intimidación o la violencia. Porque pretender que el silencio –no solo entendido como la ausencia de sonido sino como la falta de reacción– es sinónimo de aceptación es poco menos que obligar a las mujeres a enfrentarse a sus agresores sobreponiéndose al pánico y castigarlas si no lo hacen. En el texto se añade como agravante que la víctima y el agresor hayan tenido o tengan una relación, remarcando ese punto de posesión que parece estar detrás de estos casos. Que el ataque sea grupal, que exista un trato degradante o violencia extrema o que la víctima sea especialmente vulnerable también se consideran condicionantes que agravan la pena. Situaciones que jamás creímos que acabarían siendo casi cotidianas y merecen la más firme de las condenas. Ojalá esta ley no tuviera que aplicarse. FOTO: irene montero, ministra de igualdad