está claro que Pedro Sánchez aprendió rápido la lección. Tanto que le faltó tiempo para olvidarse de todos los prejuicios que tenía sobre Pablo Iglesias y, ahora, el líder de los morados hasta le parece que puede dar un vicepresidente resultón. No hay como un revolcón para aclarar las ideas y las desconfianzas y los reproches se tiran a la papelera, se hace borrón y cuenta nueva y se firma un preacuerdo lleno de generalidades y buenas intenciones. Por supuesto, en la presentación de este pacto tan fundamental no se consiente ni una pregunta de los periodistas, ya se sabe que son unos impertinentes y que pueden plantear cuestiones de esas que no son agradables cuando estamos en modo “happy” y todo tiene que ser tan perfecto como un unicornio. Eso sí, de la chicha, del reparto de carteras y de los presupuestos que manejarán los podemitas ni una palabra. Es posible que no sea el momento, pero hay demasiadas lagunas en una acuerdo que se fraguó tan rápido que ya nadie se cree que no lo tuvieran medio cerrado antes de hacernos ir a las urnas. Y, por cierto ¿no podían haber hecho esto hace seis meses y, con ello, ahorrarnos unas elecciones? Parece evidente que sí, pero ellos sabrán. FOTO: Un abrazo que vale varios ministerios | Jesús Hellín /Europa Press