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Solución final

"Madrid es una ciudad de un millón de cadáveres (según las últimas estadísticas)”, afirmó Dámaso.


En ese Madrid agonizante y estadístico se baten heroicos los monstruos de la democracia; gárgolas con rostro de piedra que, incapaces de encauzar el agua de la tormenta sanitaria y económica que anega ese inmenso cementerio civil, vomitan odio, seca bilis de una concepción ideológica resumida en unas siglas vacías de toda esencia filosófica y hasta de la elemental lógica. Porque lo cierto es que todos se asoman a ese descomunal templo administrativo que es Madrid cubiertos sus rostros con las máscaras de sus oportunas siglas y ávidos de no perder posición, y a ser posible, ganarla para una solución que no pasa por resolver los problemas y necesidades de sus vecinos, sino salvarlos de esa parte que no piensan como ellos. Madrileños que se han convertido en un problema por ser fachas o comunistas y que, en ese ser, son dignos de ser parados, contenidos, a ser posible, erradicados.


¡Que vienen, que vienen!, ese es el común grito. A robarnos el bienestar, dicen estos, como si lo hubiera. A malograr la libertad, afirman aquellos, como si esta fuese un bien común nacido en el particular de sus haciendas.


Son terribles en la solución, exterminar a los contrarios, y en ese mal empeño hacen bueno el verso, al extremo de poder afirmar hoy: Madrid es una ciudad de seis millones de cadáveres (según las últimas promesas electorales). 

Solución final

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