Pedro Sánchez nos da buenas noticias

De manera inesperada, Pedro Sánchez salió en rueda de prensa tras el Consejo de Ministros. Tenía buenas noticias que darnos, y eso les encanta a todos los gobernantes que en el mundo son, especialmente cuando son grandes cultivadores de la imagen de su gobernación, valga la redundancia. Nos adelantó un calendario bastante cerrado de vacunación, según el cual habrá 33 millones de españoles inmunizados a finales de agosto, es decir, ese setenta por ciento que nos dijeron desde hace meses. Y prometió que no habrá estado de alarma tras el fin del periodo aprobado, es decir, el 9 de mayo, aunque a saber en qué cambiarán las cosas, legalmente y de hecho, cuando la ‘nueva normalidad’ se instale.


Qué duda cabe de que Sánchez sabe cuándo salir a los medios: en un día en el que se nos dieron buenas cifras de paro (en lo que cabe, desde luego) y cuando se nos anuncia la llegada de millones de vacunas, de variadas procedencias, contra la Covid. ¿Cómo dejar ese papel estelar a la ministra de sanidad, que es perna de talante más bien poco protagonista? La política es el arte de sobrevivir cada día y de pavimentar el camino para las próximas elecciones, y no cabe duda de que esta comparecencia del presidente, que para nada habló de urnas ni de comicios, faltaría más, algo tenía que ver con ofrecer una cara amable ante las elecciones en Madrid, que nadie, ni siquiera el CIS, puede dar por ganadas para la izquierda (ni para la derecha, claro está).


Pero hace tiempo que no me asusta el llamado electoralismo. Apañados estaríamos si no hubiese elecciones ni promesas electorales, que luego hay que cumplir o fingir que se cumplen: nos habríamos quedado anclados en el derecho de pernada. Y, aunque conozco el escaso respeto a la veracidad que jalona no pocas intervenciones presidenciales, le agradecí su comparecencia de este martes, que sin duda vino a calmar muchos ánimos, alterados ante las incertidumbres del ritmo de vacunación y ante las certezas de un mal futuro económico. Un estadista tiene que saber cuándo y cómo responder a la ciudadanía y, aunque Sánchez no es un estadista, habríamos de reconocerle -aunque algunos ni eso le admiten-- que tiene el don de la oportunidad en sus apariciones públicas.


Debo decir que confío en que las previsiones de Sánchez se cumplan, como me gustaría poder afirmar que confío en que el ritmo de creación de puestos de trabajo, por muy precarios que sean, se acompase al menos al registrado en marzo. Ni en uno ni en otro caso me atreveré a echar las campanas al vuelo: Sánchez le ha fallado a su propia palabra en demasiadas ocasiones. Ojalá pudiese decir que, ahora que sin duda duerme mejor sin su vicepresidente en el Consejo de Ministros, será capaz de variar su propia trayectoria. Cuando le veo aparecer en la pantalla poniendo cara de buen chico -no ese rictus que le sale cuando pelea con Casado en el Parlamento--, traje oscuro y bronceado perfecto, hablando pausadamente con voz segura, casi siento la tentación de escribir que Pedro Sánchez sería el yerno modelo. Ya se sabe que la televisión engaña muchas veces.

Pedro Sánchez nos da buenas noticias

Te puede interesar