Cosas del alma

El alma es una rebeldía y como todas no tiene ni lugar, ni tiempo, ni valía. Es esa inconcreción en lo espacial e insustancialidad en lo temporal que, unido a su nulo valor material, la convierte en un ser dentro de nuestro ser capaz de enseñarnos a ser en aquellas cosas que no tienen utilidad alguna. Y de nada sirve ponerse estupendo en su defensa, no la tienen, se le busca, pero no la tienen. Son cosas sin ganas que te mueven a las ganas, cosas incapaces de hacerte capaz y por las que eres capaz de todo lo que se puede alcanzar a ser en esta vida de ganas y capaces.


El alma no es ese vestido niño y sin costuras que has de mantener limpio de polvo y paja a cualquier precio para que puedan asear con él los espejuelos los graves bueyes de la teología. Tampoco el hombre del saco que te cuentan de joven los grandes sacerdotes de los pequeños dioses de las ideologías.

El alma es, sin ser nada, lo mejor de todo eso que no disponemos, pero que nos ponemos cuando queremos ser completos.


La mía se salió del cuerpo en un mal gesto de cadera al cruzar un camino, era un ser de mi tamaño, lechoso y desnudo, tal como el tropezón lo trajo al mundo. Nos miramos estremecidos y seguimos andando, me habría gustado decirle que la creía en la arrogancia de esa sombra que nos precedía, pero no cabía. Tan blanca, frágil y a mi par, recordaba más a lo que en verdad era, un ser de compañía recién parido, que a la mala sombra de un bien “morido”.

Cosas del alma

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