TONE Gómez-Reino, el pijo coruñés que para intentar ocultar sus orígenes firmó a favor de la liberación del sanguinario De Juana Chaos, es un tipo de lo más peculiar. Su capacidad de fabulación –polo mundo adiante cuenta que de pequeño vivía en el barrio ¡obrero! de Riazor, afirmación que pone los pelos de punta a los que fueron sus vecinos en Maestro Mateo– es tan maravillosa como la que tiene para no hacer nada. Y así se pasó un montón de años en los Alpes rascándose la barriga –quienes le conocen bien aseguran que llegaron a sangrarle las yemas de los dedos–. Qué pena que no aprovechase para esquiar un poco, igual hasta habría salido un Paquito Fernández Ochoa 4.0 y nos hubiésemos librado de tener que aguantarlo en el Congreso, donde ocupa un escaño como podemita. Pero como es inquieto no le llega con eso y ahora quiere que lo coronen como rey de los círculos concéntricos enxebres. Su cercanía a Pablo, antes Pablo Manuel, “Viva la Gente” Iglesias no augura nada bueno para Carmen Santos.