Estos días se hizo público el caso de la Capitana Zaida. Ha generado sorpresas. Sin embargo, lo más sorprendente es que esta señora hubiese ganado un pleito, aunque su resultado práctico haya sido lamentable. Sigue de baja médica y con presiones constantes por parte del ejército, en un comportamiento corporativo de las elites mal entendido y por ende injustificable, aunque no por ello menos real. Todo son palabras con las que llenar un discurso. La realidad es que los casos de acoso sexual y laboral como el que ha padecido esta mujer, se quedan en agua de borrajas. Las instituciones no funcionan y sus señorías, en demasiadas ocasiones, no llegan a vislumbrar las circunstancias concretas padecidas por el que se atreve a denunciar, hasta el punto de llegar a declarar en sus sentencias que existe un conflicto pero no en los términos del terror psicológico que produce un acoso.
Se admite el enfrentamiento con el Jefe, que es posible, incluso, que provocara el subordinado. Esto es lo que hay. En aquellos casos en que el trabajador denuncia los hechos a Inspección de Trabajo, el inspector de turno se reúne con el acosador, quien lo negará todo y dirá que el trabajador esta desequilibrado. Y lo está ciertamente. Sujeto a medicación. Pero por causa imputable a quien lo dice.
La capitana Zaida, ha ganado y ha perdido. El ministro de Defensa, Pedro Morenés, dijo que el Ministerio de Defensa mantiene una política de tolerancia “cero” contra el acoso sexual. Pues si existiera “tolerancia cero”, esta mujer no estaría pasando este calvario. Y menos en este caso, donde las “maneras” del fulano Comandante ya se conocían sobradamente, como suele ser habitual. Pero nadie vio nada. Todos ascendidos y premiados. Y a la señora se le inicia un procedimiento por falsedad documental. Sigue con depresión y con la casi certeza de que ha de abandonar el ejército. ¿Tolerancia cero?
¿En qué acciones concretas se traduce la actitud del ejercito hacia el acoso sexual y a las personas que cometen este tipo de delitos?. Aunque desde el año 2011 existe un protocolo de acoso sexual para la Administración General del Estado, que incluye al Ministerio de Defensa, no es de aplicación en los conflictos que se producen entre militares. Este protocolo excluye expresamente los casos como el de Zaida Cantero, con el argumento de que ya existen “canales” para denunciar este tipo de delitos. Claro que tampoco en los demás casos de aplicación se sabe cuándo se inicia el protocolo. O si una vez iniciado se cubre el trámite administrativo y se concluye que no está justificado. Son muchos los “protocolos” existentes en la Administración o Sindicatos. Departamentos de salud laboral que sirven para ocupar mesas y despachos sin resultado útil. El canal de la Capitana era peor: presentar una queja ante el superior jerárquico, aunque sea el propio denunciado.
La violencia laboral existe y en nuestro país representa un problema cada vez más importante. No hay respuesta por parte de empresas e instituciones para frenar este tipo de conflictos.
A pesar de la evidencia, no se admite, y por tanto no hay medidas. Son las víctimas las que sufren las consecuencias, porque se las aparta, se las despide, se las margina y se hace lo posible para que no sigan “denunciando” lo que está pasando. Las formas en las que se manifiesta la violencia laboral son diversas: acoso moral, acoso sexual y violencia física. Violencia que ningún otro empleado ve porque de ello depende su trabajo. O que se ve normal y se tacha a la víctima de conducta exagerada o querulante, cuando no de loca. Así que no. No hay “tolerancia cero”, ni en el acoso laboral ni el sexual. Ni en las empresas, ni en las instituciones públicas y privadas. No señor Ministro. Tampoco en las Fuerzas Armadas españolas, salvo que esto signifique, en este caso, callar a las mujeres que denuncian o a las diputadas que las apoyan, como parece haber querido hacer el señor ministro en el Parlamento.
Emma González es abogada