MARÍA Dolores de Cospedal, que reparte su tiempo entre la secretaría general del PP, el Ministerio de Defensa y ser la imagen de una peluquería de Honduras –de algo tiene que valer haber sido en la juventud Miss Feria de Albacete–, le ha cogido afición a las bizarras misiones y, machete en mano, le ha cortado las orejas al podemita Juan Antonio Delgado. El pacifista Delgado es el portavoz morado en la comisión de Defensa, en la que se plantó belicoso, dispuesto a arrestar a la generala porque había aumentado el número de soldados españoles desplegados en Mali sin haber perdido autorización al Congreso... Cautivo y desarmado. La ministra le respondió que ese aumento de efectivos solo existía en su mente y que el permiso se estaba tramitando en la Cámara, que, por cierto, lo concedió. ¡Qué ridículo, mi sargento!