Recuento de bobos

Voy a complacer hoy, por más que con ánimo díscolo y vehemencia entera, a mis ansias contenidas de hacer comentarios estrictamente políticos, y porque así decidido, será miscelánea de curiosidades y fresco de esperpentos de esta circunstancia, España, por decirlo con la sintomatología filosófica de Ortega, a su vez en previo trasunto de concepto de Stirner. 
Vamos a empezar con un laconismo didáctico que, naturalmente, de nada ha de servir a la patulea desdeñosa de toda inteligencia y alérgica a cuanto pueda significar cultura, mínima cultura, y su consecuente ejercicio de reflexión, a saber, las naciones están (con)formadas antes por la conciencia viva de los muertos que por la actuación decisiva de los vivos, o sea, toma nota, bonito, que te quedas sin “derecho a decidir”, ese juguete grosero de activistas e inútiles, piadosa tautología, eso sí, violentos, y con algún que otro grillado de la teoría alentando el cotarro. Y ya le vas pidiendo, en su caso, explicaciones a León Duguit, eminente jurista, y filósofo, francés, de esta corresponsabilidad de los procesos históricos, y de porqué las naciones, conformadas en carácter y naturaleza por la secuencia de los siglos, no pueden ponerse en almoneda y chamarileo por el capricho desaseado y romo de los bobos. Eso sí, mira por donde, ya te voy dando munición para que no decaigas, cuando la Revolución de Octubre, con Lenin y los suyos en plan de consignas previas y fervor de asalto a todos los cielos, empezó a escucharse un murmullo creciente entre los universitarios, ojo, entre los universitarios, que proclamaba, decidido y sin complejos, “¡Abajo el Derecho!”, con lo cual que Duguit lo tiene crudo, claro, y tú puedes seguir pertrechándote para continuar el bochinche de tus desahogos y la algarada de tus limitaciones, 
A ver, vamos ahora a descubrir el mediterráneo … Los niños y los ancianos, naturalmente, lumbrera, de cualesquiera sexo, son los seres más indefensos del mundo, y los más agredidos cotidianamente, eso sí, en silencio cómplice y culpable. Agredidos, los niños, físicamente, y psicológicamente los ancianos, aunque a veces de todo hay y en proporciones variables. 
Otro día, acaso, pueda pararme en la consideración expresa de la violencia entre adultos enteros, hombres y mujeres, tan lamentable y desgraciada, tan jaleada también socialmente, y a veces con iniciativas de intención legislativa en exceso temerarias, cuando no directamente injustas en su raíz de presunción. Entretanto, con tanto ruido, tanta cacerola, tanta desgracia, tanta demagogia, tanto alboroto del gallinero, quién se ocupa de la violencia sobre los niños y los ancianos, quién denuncia la suerte incierta de una psicología infantil torturada, de palabra u obra, generalmente con ambas caras, a cargo, precisamente, de quienes no tendría sino que esperarse la expresión más dulce de amor y pedagogía.
 Y quién repara en la tristeza turbadora de un anciano, cuya extrema debilidad viene marcada por la falta de aliento, de esperanza, de conversación, por la fragilidad física, todo ello tan fácilmente proclive a que pueda ejercerse, y tantas veces se ejerce, toda suerte de abuso. 
La primera parte de este comentario podría tener como trasfondo implícito, por ejemplo, la situación política y social en Cataluña, sería del todo aplicable a ese ámbito y circunstancia, y la inmediata consecuencia sería la suspensión sine die de su prerrogativa autonómica, poniéndose así fin a una situación de chantaje intolerable y, en el fondo, a una farsa ridícula. En cuanto a la situación de violencia potencial en la convivencia cotidiana, más expresamente referida a niños y ancianos como víctimas más frecuentes y calladas, es muy obvio que no interesa a la claque política que agita el asociacionismo, el activismo y el revanchismo sexual, esa cosa para el diván del psiquiatra, y ya veremos … 
Puede no parecerlo así a primera vista, pero en uno y otro caso los protagonistas, y las protagonistos, son los mismos. Y conviene saberlo. 
 

Recuento de bobos

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