Ser catalán

¡Qué bonito es ser catalán! Ir al campo del Barça y emborracharse de goles y buen fútbol. Acudir al Liceo a disfrutar de los mejores intérpretes musicales. Beber cava para acompañar el aperitivo. Vivir en Pedralbes. Cofundar una ONG y marcharse una temporada como cooperante al Tercer Mundo. Pasar el fin de semana en Collserola. Contratar a un detective privado para que siga a la pareja y asegurarse de que las sospechas sobre su infidelidad carecen de fundamento. Veranear en una masía centenaria en el Alt Empordá. Pertenecer a la cuarta generación de una familia propietaria de una empresa que no para de crecer. Regalar una rosa el día de Sant Jordi. Montar el nacimiento y poner al caganer escondido detrás de un arbusto. Tener una amante hija de charnegos y mirarla con ojos de compasión cuando emplea modismos que oyó a sus padres desde pequeña. Estar convencido de que la pizza se inventó en Casa Tarradellas y los italianos robaron la receta y se la atribuyen como propia. Haber pagado una comisión a la Generalitat para lograr una adjudicación. Tener dificultades para distinguir entre ir y venir y para utilizar correctamente las formas impersonales de los verbos. Ser indulgente con los futbolistas que defraudan a Hacienda. Obsequiar cada año una mona de Pascua al ahijado. Haber tenido un abuelo que en la juventud fue falangista. Colgar en la pared del despacho, junto al título universitario firmado por el rey, una entrada enmarcada de un concierto de Lluís Llach. Saber desde pequeño que la Sagrada Familia es un lugar donde se reúnen los japoneses para hacerse fotos. Haber disfrutado de dos minutos de gloria en TV3. Tener un compañero de facultad con apellido castellano que es concejal del PSC y una compañera con la que se vivió un verano loco en Ibiza que es parlamentaria autonómica del PP. Haber sido voluntario en Barcelona 92. Haber tenido durante la adolescencia sueños eróticos con María del Mar Bonet. Leer en castellano a Vázquez Montalbán y a Juan Marsé. Haberse emocionado con una faena de Curro Romero y ser ahora un ferviente antitaurino.
¡Qué bonito es todo eso! y qué pena da pensar que se puede perder por culpa de unos iluminados, que conseguirían que los catalanes entrasen en la categoría de  los parias de Europa, hermanándose con los kosovares y los albaneses.

Ser catalán

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