Jorge Mario Bergoglio, el Papa Francisco, decidió coger por los cuernos al diablo de la pederastia homosexual, en un claro intento de erradicar de la Iglesia la lacra de esos indeseables, conocidos como la “Mafia lavanda”. Lo anunció antes bien claro: “Los homosexuales que no vengan, y los que están que se vayan”. Ahora ha citado a los presidentes de ciento catorce conferencias episcopales de todo el mundo, y tratar de ese horrible pecado contra la castidad, de los perversos que, contra el fin de la Iglesia, destruyeron la inocencia de muchos menores, los sumieron para siempre en la angustia psicológica del abuso de sus cuerpos, y retorcer su instinto natural.
Tras varios papas que miraron al cielo y no a la tierra, e incluso santificados por milagros postmortem, el papa Francisco protagoniza un milagro en vida: Ser un Papa humano, acoger a las víctimas, y proteger a niños inocentes de desalmados. Mientras, quizá Satanás atiza sus figones y se refocila, esperando a la vil canalla Mafia lavanda.