Cuatro o cinco años. Es el tieUno de los dirigentes de Unidos Podemos que apadrinaron el pasado viernes el registro de la moción de censura contra Mariano Rajoy dijeron que se trata de “salvar la democracia”. Toquemos madera. Si de verdad la salvación de la democracia dependiera de Pablo Manuel Iglesias, candidato oficial al relevo de Rajoy en Moncloa, habría colas en los aeropuertos.
No es el caso. Solo fue un fogonazo verbal. Como lo de motivar la iniciativa en una exigencia ética. O sostener que responde a un clamor de los españoles. Y así unos cuentos fogonazos más, como el hecho mismo de plantear una moción de censura sin venir a cuento. Solo por hacerse notar. Lo cual no quiere decir que no sea democrática. Claro que lo es. Al menos desde el punto de vista formal. Así está prevista en la Constitución. Y Podemos está en su derecho de presentarla, yendo sobrado como va en número de diputados requeridos para registrarla y celebrarla, una vez fijado el nombre del candidato alternativo.
Otra cosa es el contenido, no la forma. Muy democrática no es una iniciativa respaldada apenas por el 18 por ciento de los militantes de Unidos Podemos. Son quienes se han molestado en pronunciarse en la consulta convocada al efecto. Es decir, que más el 80 por ciento de los seguidores de Iglesias no están tan motivados ni participan del supuesto clamor social que pide a gritos el destronamiento de Rajoy.
Así que mejor no hablar del estado de opinión de militantes y votantes del resto de partidos respecto a la necesidad o la conveniencia de plantear aquí y ahora el derribo de un presidente y un Gobierno constituido hace apenas seis meses.
No es ilógico, pues, que todas las fuerzas políticas, excepto los nacionalistas más radicales y tal vez los 8 exconvergentes catalanes, se hayan desmarcado de la iniciativa de Podemos y anuncien que no piensan apoyarla.
En definitiva, 90 diputados como mucho (aún sumando a los exconvergentes) contra 260 ¿A dónde va la izquierda mochilera? Está claro: a dejarse ver, a hacerse visibles, a intentar salir de la irrelevancia en la que se encuentran y, según su cálculo, a poner en evidencia al PSOE. “Así sabremos quien está con los corruptos y quien contra los corruptos”, decía el pasado viernes Irene Montero, su portavoz parlamentario.
Lo que sí llama la atención es la pintoresca asociación que en boca de Montero relaciona la lucha contra la corrupción con el reconocimiento de la plurinacionalidad de España. Según sus palabras, que tomo de la referencia informativa de Europa Press, “Basta ya de corrupción y de no entendimiento de la realidad plurinacional del país”.
O sea, que para ganarse el apoyo de los separatistas de Esquerra Republicana de Catalunya, de Bildu y de PdeCat, sostiene que el fin de la corrupción pasa por el derrocamiento de Rajoy y eso solo está en manos de rojos y separatistas. Toma ya.