La vida política española ha entrado en una fase de crispación inducida que recuerda los tiempos de cuando Rodríguez Zapatero le confesaba a Iñaki Gabilondo que al PSOE le “convenía un poco de tensión”. Tensar el discurso político equivale a exagerar lo que desune, optar por el trazo grueso, demonizar a los adversarios. El objetivo es polarizar al país, dividirlo entre buenos y malos. Volver al relato de bandos: los rojos y los azules. Ir en dirección contraria a lo mejor del legado de la Transición resucitando las dos Españas.
Al presidente Pedro Sánchez, obligado a convocar elecciones tras la derrota sufrida en el Congreso por su proyecto de Presupuestos, le viene bien crear tensión agitando el fantasma de Vox identificando al PP y a Ciudadanos con éste partido que, de momento, sólo tiene una representación minoritaria en el Parlamento andaluz. Sánchez, cuyo objetivo es arrebatar a Podemos los votos que el partido de Iglesias le quitó al PSOE en 2016, cree que la mejor fórmula para recuperar a los votantes socialistas es metiéndoles miedo, alertando sobre el auge de la extrema derecha. Sánchez carga estos días contra Albert Rivera olvidado que Ciudadanos le apoyó para ser presidente en la primera ocasión que pudo llegar a La Moncloa.
Ocasión en la que Pablo Iglesias, ahora aliado táctico, ordenó a todo Podemos (incluido Compromís) que votara en contra. Ataca a Ciudadanos, el partido que junto al PP defiende en Cataluña la España constitucional y escabulle la respuesta cuando le preguntan si volvería a aceptar los votos de los partidos separatistas caso de que el resultado de las elecciones del 28 de abril colocaran al PSOE en posición de formar Gobierno. Ataca a dos partidos que defienden la Constitución y pasa de puntillas sobre las declaraciones de los dirigentes independentistas que no ocultan su intención de mantener la hoja de ruta rupturista.
Entra dentro de la lógica de la política que un presidente del Gobierno nacido de una moción de censura trate de adquirir en las urnas el plus de legitimidad que algunos le niegan, pero recurrir para lograr su objetivo al expediente de la crispación, es peligroso. Peligroso porque el 29 de abril, el día siguiente al de las elecciones, los españoles tendremos que seguir conviviendo. Y lo deseable sería que lo políticos no crearan trincheras que creíamos superadas. Mal rollo este de crear tensión para arañar un puñado de votos.