TÓPICOS TÍPICOS

La primera vez que escuché “España es diferentes” me pareció un buen eslogan turístico para sanear nuestra economía con ingresos de divisas. Ahora no me lo parece tanto. Además, barrunto, si por repetido encerraba un tópico típico dado que España, pese a su diversidad enriquecedora, constituía un armazón similar al de otras naciones y países.

No obstante, sí; somos diferentes. Aquí se esconde la paradoja de un mundo que llama corredor a quien tiene la pata coja, según la feliz definición de don Narciso Correal a un convecino que era notario mercantil en el lenguaje de la época. Teoría de vasos comunicantes y rabiosa actualidad.

Así quienes pierden las elecciones por goleada y, pese a blandir juego limpio progresista, se lanzan como energúmenos pretendiendo ganar la calle, agitando banderas y pancartas, ignorando que la soberanía popular radica en el Parlamento.

Todos presumimos de demócratas, pero cuando nos contradicen arreamos estopa de talibanes

 

¡No tenemos remedio! Todos presumimos de demócratas, pero cuando nos contradicen arreamos estopa de talibanes en posesión única de la verdad. Sean los sindicatos acunados a la izquierda –como si la derecha no tuviera también desfavorecidos– impasibles conforme se respetaban sus prebendas y liberados aun cuando se alcanzasen cinco millones y medio de parados, pero que saltan con un cohete en el culo cuando peligra su statu quo…

O los dignos indignados que todavía no sabemos qué quieren salvo vivir de mogollón con el dinerito de papá. O los jurisconsultos de vía estrecha que piden la libertad de Barrabás Garzón a cambio de que se crucifique el Estado de Derecho, prolongando su carnavalito con los premios Goya.

Hemos parido la novela picaresca y una miradita al cotarro nacional justifica el destierro del héroe patrio o que el bueno de Don Quijote confundiera molinos con gigantes. Es el lenista “Libertad, ¿para qué?” practicado por muchos, incluidos tontos útiles y compañeros de viaje.

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