corría el año 1850 y sucesivos, época de crecimiento y esplendor, se construía el primer buque a vapor, el “Jorge Juan” -con maquinaria de diseño y construcción inglesa-. Se creaban la Escuela de Maquinas y la de Ingenieros Navales y para mayor realce la Reina Isabel II visitaba la población concediendo el título de ciudad a la plaza de armas nombrada en su momento por Carlos III.
Como es conocido, la historia local está jalonada por consecutivas épocas de gran progreso y profundas crisis. Una revisión de la misma nos permitirá apreciar una serie de circunstancias recurrentes en todas las etapas de altibajos.
Los años de prosperidad siempre han venido precedidos de profundas crisis militares o económicas, siempre fue necesaria la importación de tecnología extranjera; estas etapas siempre surgieron como consecuencia de la iniciativa estatal y siempre se continuó con el monocultivo naval o en algún caso con una diversificación insuficiente.
La catástrofe de la Armada Invencible fue el argumento para que Felipe II se fijara en nuestra Ría, empezando la inversión por el castillo que lleva su nombre y culminado la obra de astilleros, arsenal y ciudad sus predecesores Fernando VI y Carlos III.
Jorge Juan, mandado por el Marques de La Ensenada, fue el encargado del espionaje industrial que nos aportó la tecnología naval inglesa.
El desastre de la batalla de Trafalgar en 1805 y la invasión napoleónica de 1809, fueron el desencadenante de otra etapa oscura de nuestra historia. Sería necesario esperar a una nueva iniciativa estatal, un nuevo proyecto de escuadra, de la mano del Marqués de Molins -de ahí el nombre del paseo del cantón- para, apadrinado por Isabel II como contábamos al principio del artículo, asistir a otra época brillante.
La perdida de la guerra de Cuba en 1898, desencadena una nueva etapa gris, no resuelta hasta que a partir de 1908 con el plan de escuadra de Maura y Ferrándiz -otra vez por el interés del Estado- se logra una nueva recuperación. Una vez más es necesaria la aportación de tecnología extranjera creándose la Sociedad Española de Construcción Naval (SECN) donde la inglesa Vickers comanda las nuevas construcciones y la modernización de astilleros y arsenales, lo que provoca una nueva bonanza económica.
Ya mucho más cerca de la actualidad, en las décadas de los 60 y 70 del pasado siglo XX, asistimos a un nuevo estallido de prosperidad, también con las mismas acotaciones: interés del Estado en construir los primeros buques lanzamisiles -fragatas serie Baleares-, apoyo en tecnología foránea, EEUU en este caso y crecimiento en base a monocultivo naval, con una incipiente iniciativa privada, Astano y Fenya e incipiente diversificación, Pysbe, Peninsular Madrera, Manufacturas Piñón, que a la larga volverá a ser insuficiente para impedir caer en una nueva crisis.
En las décadas siguientes, años 80, 90 y primera del año 2.000, la construcción de nuevos buques como las clases Santa María y Álvaro de Bazán, así como las primeras exportaciones a Noruega y Australia o la nueva incipiente diversificación de iniciativa privada basada en la construcción de polígonos industriales –todos fuera del territorio municipal– son insuficientes para paliar una nueva crisis que ahora mismo se muestra en toda su extensión.
Intentado ser objetivos, una reflexión de la situación actual, nos permite cierto optimismo.
El comienzo de dos nuevas grandes construcciones para la exportación -los buques australianos- la próxima firma de una nueva serie de fragatas, y otros concursos internacionales que se puedan ganar dan pie a pensar en otra época de crecimiento.
Las circunstancias se repiten: se está saliendo de una gran crisis económica, nuevamente se cuenta con colaboración foránea de empresas de Estados Unidos, hay y se vislumbra nueva cartera de pedidos y lo que es trascendental se prevé una restructuración de las instalaciones para hacerlas competitivas, el Astillero 4.0. Son síntomas, como hemos visto, esperanzadores.
Una vez más un futuro sin sobresaltos dependerá, partiendo del empuje estatal, de una iniciativa privada que diversifique las fuentes de ingresos. Suelo industrial, puerto exterior, Plan Ferrol revisado, autopista; son ventajas añadidas que antes no existieron y que pueden ayudar a romper el maléfico ciclo que caracteriza la existencia de la ciudad desde sus orígenes.
Tener un poco de fe en nosotros mismos y lograr una clase política local que luchara por Ferrol ya sería la guinda del pastel