Cosas de la Historia

Los españoles que a estas alturas peinamos canas, tan pronto teníamos uso de razón éramos inoculados con el virus del complejo de inferioridad como pueblo ante el resto de europeos y norteamericanos que suponíamos escribían la Historia. Si además éramos gallego, doble complejidad, ante aquellos y, ante el resto de los españoles, por hablar un “dialecto” propio de brutos e incultos, imposible de pronunciar en las escuelas, iglesias y lugares de orden. 
Hicieron falta décadas de vida democrática para despojarnos de semejante sambenito gracias a la apertura al mundo, especialmente, desde la incorporación a la Unión Europea. Esta vez, no para emigrar sino para estudiar, para ser Erasmus, para aportar en muchos campos del conocimiento y del trabajo, incluso, para invertir fuera de nuestras fronteras.  
Por fin, habíamos llegado a sacudirnos los complejos. Hasta la calle empezó a normalizar la bandera roja y gualda, previamente habilitada por los partidos Comunista y socialista en favor de la convivencia.
En esas estábamos, cuando sin saber cómo ni por qué irrumpe una oleada de populismo en América pidiendo explicaciones a las instituciones democráticas españolas por no se sabe cuántas tropelías cometieron nuestros ancestros de la Casa de Trastámara, primero, los Austrias y Borbones más adelante, desde la llegada al continente americano a principios de la Edad Moderna, hace más de 500 años, cuando ya se advierte el ocaso de la Edad Contemporánea.
Ver para creer. Resulta que la Norteamérica blanca y anglosajona responsable de la colonización con matanza y despojo de tierras a los indígenas  en el cercano siglo XIX en pro del desarrollo capitalista, baja a Colón de pedestales en varias ciudades y renombra fiestas para evitarlo. Me pregunto si no será por temor al creciente poder latino delante de sus narices, evidenciado por lo más potente, la influencia de la lengua.
Más recientemente, el cambio de presidencia en el México que acogió a tantos exiliados españoles, lleva aparejada una mirada hacia sus pueblos indígenas, históricamente reprimidos por la propia República Federal, culpable, si acaso, del bajo desarrollo económico y social de aquellos. Pero culpar de todos los males a los actuales españoles, me parece un exceso populista.
Como vemos, todos tienen algo que esconder. No digamos  las monarquías inglesa y francesa. Pero forma parte de otras épocas de la historia con sus pueblos ausentes de protagonismo. Creo que es más productivo centrarse en la riqueza cultural que nos une y luchar juntos para alcanzar un desarrollo sostenible.
ramonveloso@ramonveloso.com 

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