Por qué el Gobierno nos oculta la cifra real de fallecidos a consecuencia de la pandemia? Mientras los registros judiciales dan fe de al menos cuarenta mil decesos acaecidos durante el confinamiento, el Ministerio de Sanidad lleva varias semanas sin computar las bajas que comunican las comunidades autónomas y ha mantenido congelado en 27.136 el número de muertos.
Cualquier pregunta a los portavoces gubernamentales (el ministro Salvador Illa y el doctor Fernando Simón) encaminada a conocer este dato esencial, ha obtenido o la callada por respuesta o, lo que es peor, intentos cínicos de salir por la tangente. Semejante estrategia resulta incompatible con la exigible transparencia a todo gobierno democrático.
También Pedro Sánchez en la última sesión de control evitó responder a Pablo Casado (Partido Popular) cuando el jefe de la oposición le preguntó por la cifra real de fallecidos durante la pandemia.
No hay precedentes de semejante hurto de información a la ciudadanía. Hurto a la postre inútil porque a través de los registros judiciales y también por los datos aportados por la patronal de las empresas funerarias se ha establecido que el impacto letal de la pandemia es mucho mayor del que recoge la estadística oficial.
En política todo tiene un porqué. En éste caso la estrategia elusiva del Gobierno se explica por el interés del gabinete de asesores que rodea al Presidente en minimizar los aspectos más negativos de la gestión de la pandemia. Por eso los medios y canales de televisión afines al Gobierno nunca han ofrecido imágenes de los miles de féretros que a lo largo de los últimos tres meses han ido colmando nuestros cementerios. Nos mostraban, eso sí, las fosas improvisadas por el Ayuntamiento de Nueva York en Hart Island, pero en Madrid no hubo cámaras ni focos en el Palacio de Hielo. El objetivo era –y todavía sigue siendo– intentar ocultar que en términos comparativos (relación entre fallecidos y número de habitantes ),
España es el segundo país del mundo que ha sufrido el mayor número de muertes. El relato, la obsesión de controlar el relato de los hechos. Por eso nos ocultan los muertos.