el presidente catalán volvió a intentar ayer hablar con Pedro Sánchez. Y lo hizo sin, por supuesto, cumplir alguna de las condiciones expresas que el presidente del Gobierno en funciones le había puesto: condenar de forma rotunda y firme la violencia y mostrar su solidaridad con las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado.
De las dos, no se sabe cuál le costará más trabajo cumplir a Torra. La primera es difícil sobre todo teniendo en cuenta las revelaciones del sumario de la operación contra los supuestos terroristas de los CDR, a los que, según se recoge en las grabaciones, el propio president animaba a realizar acciones como cortar las carreteras poco antes de la operación retorno de Semana Santa.
En cuanto a la segunda, mostrar su solidaridad con los agentes que noche tras noche garantizan la seguridad en las calles de Cataluña, también se antoja complicado que Torra la pueda cumplir. Al fin y al cabo, son los propios independentistas los que han decidido que los Mossos son el enemigo por no consentir que la violencia se adueñe de la comunidad. Al grito de “Mossos d’esquadra botiflers” (“Mossos d’esquadra traidores”) los CDR lanzaban basura contra los policías que protegían la delegación del Gobierno, objeto también de su ira.
Además, el Gobierno tendría que preguntarle a Torra sobre qué quiere dialogar. La palabra diálogo está entre las cuatro o cinco que más utilizan los independentistas, pero jamás aclaran su significado. Por lo visto, para ellos, el diálogo debe servir para fijar de mutuo acuerdo el día que Cataluña deje de formar parte de España. Por supuesto, del resto no quieren ni hablar.
Ellos saben que no se dan las condiciones necesarias para que esa excisión se produzca, pero eso tampoco les importa, jamás han demostrado tener un especial apego por la verdad.