UN MISMO DISCURSO

Mariano Rajoy es hombre de pocas palabras, lo cual en ocasiones no deja de ser una virtud, aunque en otras pueda parecer lo contrario. Pero en todo caso es un presidente que mantiene un discurso lineal sobre los grandes temas que se trae entre manos, como la oportunidad de la reforma constitucional y el desafío independentista de Cataluña, por poner un par de ejemplos.
A Artur Mas se lo ha repetido por activa y por pasiva cientos de veces y siempre que la ocasión lo ha requerido: “El referéndum no se va a celebrar. Es inconstitucional. Choca con el fundamento de la Constitución que es la indisoluble unidad de España. El Gobierno no puede negociar sobre algo como la soberanía, que es propiedad de los españoles”.
Es un discurso tan rotundo, reiterado y sin fisuras que hasta el propio presidente catalán parece haber empezado a preparar el terreno para parar ese viaje a ninguna parte que él aceleró a partir de la Diada de 2012 y que ha venido intensificando sin tregua ni descanso desde comienzos del año pasado.
Artur Mas sigue insistiendo en que, pese a quien pese, convocará el referéndum de marras. Pero insiste en ello porque hoy por hoy no le queda más remedio que hacerlo ante ERC, el indispensable socio que le asegura la gobernabilidad de las instituciones autonómicas. Pero sabe que no puede hacerlo y que, en todo caso, su disparatada aventura terminará en la vía muerta que al respecto deje establecida el Tribunal Constitucional.
En esa nueva fase de la que él ya habla y en la que así se entraría, podrá convocar unas elecciones teóricamente plebiscitarias e incluso promover en el Parlamento regional una resolución institucional en la que se volviera a declarar a Cataluña sujeto de soberanía y, en consecuencia, con derecho a plantear en otro momento el ejercicio de la autodeterminación Ya se sabe que los nacionalismos nunca se dan por vencidos.
Pero no habrá referéndum ni declaraciones unilaterales de independencia. Por eso, repito, Artur Mas ha empezado a echar el freno ante el nuevo terreno que irremediablemente se avecina. Y por eso se presentó hace unos días en Moncloa no con un nuevo argumentario independentista, sino con un memorándum de cuestiones económicas –y políticas– a su juicio pendientes.
Es decir que fue a ver al presidente Rajoy para fundamentalmente pedir dinero e inversiones, que es  como a fin de cuentas se han resuelto y disuelto no pocos contenciosos nacionalistas en los últimos treinta años. Esta puede ser su coartada para salir lo más airoso posible del conflicto en el que él mismo se metió.
¿Y, para eso, tanto tiempo consumido, tanto dinero gastado, tantas energías perdidas y, por encima de todo, tanta deslealtad constitucional practicada?

UN MISMO DISCURSO

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