Dicen quienes entienden de estos asuntos que el ex ministro Wert tiene currículum y talento de sobra para,  sin ser diplomático y como se viene haciendo en ocasiones, ocupar cualquier embajada. Pasa por ser hombre inteligente, culto, políglota, cosmopolita y reconocido en las artes de la investigación demoscópica.
Su nombramiento  como titular de Educación cogió a contrapié a más de uno, pues los mentideros políticos y periodísticos lo venían situando en los aledaños de la izquierda. Y Mariano Rajoy le encomendó dos abrasivas misiones: diseñar el marco en el que las comunidades autónomas habrían de moverse para aplicar en sus respectivos territorios los ajustes y recortes derivados de la crisis económica, e impulsar una nueva ley para un sistema educativo manifiestamente mejorable.
Pero habida cuenta de que  la educación es para ella una exclusiva intocable e innegociable, la izquierda se lanzó en tromba desde el primer minuto contra uno y otro encargo. 
Y los escribidores satélite –que no han sido pocos– llevaron la campaña hasta los confines de la opinión publica y hasta el punto de convertir a Wert en el ministro sistemáticamente peor valorado. Ahora Rajoy le ha nombrado embajador ante la OCDE, lo que ha irritado en extremo a la oposición –normal– y a buena parte del sistema mediático, lo que ya no es tan entendible.
Pero, ¿es justo el sambenito este que se le ha colgado a Wert? No lo creo. En todo caso, no ha sido peor que otros componentes del equipo gubernamental, cuando no manifiestamente mejor. Lo que sucede es que, como se dice, le tocó bailar con la más fea. Le tocó un sector política y socialmente sensible en extremo. Siempre así, pero de forma muy especial cuando lo gestiona la derecha.
Se le han reprochado sus “continuos” enfrentamientos con la comunidad educativa, con las comunidades autónomas  y con la oposición, como si de un todo su tratara. Aunque a decir verdad, así ha sido sólo con una parte de tal supuesto conjunto. En concreto, con la izquierda docente,  política, sindical y corporativa  que tan nutrida  y activa se muestra cuando de educación y enseñanza  se trata.
Lo que sorprende, no obstante, es que quienes tantas veces le requirieron para que se fuera y dejara el Ministerio son los mismos que ahora le echan en cara haberse ido sin haber completado la implantación de esa reforma educativa que también tanto han denostado. Se ve que les interesa más no perder de vista al muñeco para seguir alanceándolo.
No sé si puede considerarse “regalo” el nuevo destino que Rajoy le ha buscado en París. Pero  lo que sí parece es que este alejamiento temporal del avispero educativo le servirá de descanso. De, a mi juicio, merecido descanso.