an sido tantas y tan rotundas sus proclamas de amor y compromiso con Galicia que hoy por hoy propios y extraños dan por hecho que Feijóo optará a un cuarto mandato: “Para mí Galicia lo es todo. No hay mayor honor que servir a Galicia. Mi compromiso con Galicia está más vigente que nunca. Los gallegos pueden contar conmigo”. Y así otras cuantas.
En situaciones parecidas el sospechado candidato o aspirante suele refugiarse en la decisión final del partido. Pero el presidente del PPdeG y de la Xunta, ni eso. “Ni fui, ni soy, ni seré nunca rehén de ningún partido; ni tan siquiera del mío. Soy militante de Galicia”, proclamó solemne en la sesión inaugural del debate sobre el estado de la autonomía.
Todo ello fue interpretado de inmediato como la señal más clara dejada hasta el momento sobre su intención de repetir como candidato del PP a la Presidencia de la comunidad en las elecciones autonómicas de otoño próximo. Pero pocos medios y columnas televisivas se arriesgaron en titulares a darlo por hecho.
Sin embargo, lo que pudo ser visto como un puntual exceso cuasimístico del presidente, una especie de “vivo sin vivir en mí”, se vio confirmado y ratificado al día siguiente en su comparecencia ante los medios luego de la reunión semanal del Consello de la Xunta. Ni desmintió ni matizó nada. “Reitero todo lo que dije”, concluyó.
Lo que sí adelantó es que cuando tenga que anunciar formalmente su candidatura lo hará de forma “clara y diáfana”. No faltaba más. Pero sabido es que Feijóo es maestro en dejar las puertas entornadas. Como buen calculador, esperará el momento, no sea que cuando toque el horno no esté para bollos.
No habrá que olvidar que un cálculo de posibilidades de éxito fue lo que en junio del año pasado le llevó a renunciar a la pelea por la presidencia del PP nacional. Para justificarlo, también en aquel momento se envolvió en la bandera de Galicia y en su compromiso “con los gallegos”.
Lo que sí parece evidente es que después de tres mandatos consecutivos más que razonables no se le ve como eventual líder de la oposición. Y está por ver también si como ganador en minoría de las elecciones asumiría presidir un Gobierno de coalición con el Partido Socialista, tal como ha sugerido como buena fórmula a nivel nacional.
Pero, en fin, dejemos especulaciones prematuras para cuando llegue, si llega, el momento. Ahora es tiempo ya de ir movilizando a la militancia y a la opinión pública. Las mayorías absolutas hoy se venden caras, aun a pesar, como digo, del más que razonable balance que puede hacer de sus doce años de mandato.
En contraste con el torbellino estatal, Feijóo ha aportado estabilidad a Galicia. Nada que ver con esa comunidad apocalíptica que la oposición ha dibujado en el debate parlamentario.