Cada vez más la edición genética es una realidad tangible con la que tendremos que convivir en el día y a día y no solo cuestión de teoría o de libros de ciencia ficción. Desde que en el año 2012 empezaron a desarrollarse las primeras herramientas basadas en el Crispr, una especie de tijeras para editar el ADN de forma fácil y sencilla, mucho han cambiado las cosas, tras una explosión de nuevas herramientas facilitadas tanto por esta herramienta más sencilla como por la capacidad de secuenciar de forma masiva ADN gracias a las nuevas tecnologías.
La última noticia ha llegado desde los Estados Unidos. Allí, Feng Zhang, al frente de un equipo formado a medias entre el Instituto de Tecnología de Massachusetts y la Universidad de Harvard, ha sido capaz de desarrollar un nuevo sistema de Crispr. En este caso empleando en lugar de la ya famosa proteína Cas9 la Cas12b, mucho más específica y que se espera ayude a evitar problemas de ediciones indeseadas. Hasta ahora no se había empleado por tratarse de una proteína producida por bacterias termófilas, que necesitaba temperaturas superiores a las del cuerpo humano para funcionar, pero ahora Zhang y su equipo solventado este problema.
Una de sus primeras aplicaciones podrá ser la edición eficaz del genoma de las células T humanas primarias, relacionadas con el sistema inmune, y permitir de esta forma desarrollar nuevos tratamientos de inmunoterapia. Este es un abordaje en el cual en lugar de utilizar medicamentos para combatir las enfermedades se emplea el propio sistema inmune del paciente. En oncología empieza a dar resultados más que prometedores.
El 2018 terminó con una sensación agridulce. Con cierta euforia al ver como el gran potencial de estas nuevas herramientas, pero también con preocupación por su mal uso. El caso de los bebés editados genéticamente en China, sin ningún permiso y totalmente al margen de la ley, ha puesto en entredicho la necesidad de establecer unas normas internacionales que permitan caminar a toda la comunidad científica de la mano y desarrollar nuevas aplicaciones de una forma segura y consensuada. El 2019 promete por tanto ser un año cargado de debate en este sentido y habrá que estar muy atento para ver cual es el desenlace de esta carrera por la edición del genoma humano, sin dejarnos cegar por sus promesas, pero sin tampoco caer en el pesimismo.