no se sabe si la moción de censura saldrá. Y hasta puede que incluso se haya presentado, o algunos de los que la han apoyado lo desean así, para que fracase, que empieza a parecer eso también y que desde luego resulte obvio que el remedio resulta peor que la enfermedad y que el dislate puede ser letal para el presentador y hasta para la política en general. Pero lo malo es que, y pase lo que pase, para España bueno no es ni lo va a ser.
Porque si es y está claro, que con lo sucedido y el panorama de creado es palpable que así no se puede seguir y que no se debe seguir, ni Rajoy ni el PP, y que en esta tesitura lo natural es que hable quien tiene que hablar, o sea, el pueblo. La primera cosa que uno se malicia es que si fue presentada casi con nocturnidad, sin avisar ni a los propios y saltándose cualquier atisbo de decoro con sus normas internas, se hizo para impedir que esas elecciones se pudieran convocar.
En el momento en que se presentó el presidente perdía esa posibilidad. Rajoy ahora ya no puede disolver las Cortes ni convocar a las urnas. Por eso un sanedrín de fieles lo decidió sin ni siquiera reunir ningún órgano de dirección y aquello de lo que tanto se presumió de que las “bases” siempre serían consultadas y más para cuestiones de tal calado, quedaron en “Lo que a Pedro le guste mandar”.
Vamos, que la primera misión de la moción es impedirnos a los españoles votar. Y componer ellos un enjuague para situar a Sánchez de presidente a costa de lo que haya de ser. Porque las cuentas son claras. Para salir el remedio contra el mal del PP resulta ser el auparse a la Moncloa sobre los hombros de Podemos, de los separatistas que quieren desguazar España y los de Bildu, que aclaman como héroes a los asesinos etarras. Un cambio, como para echarse a temblar. ¡Menuda regeneración!
Resulta también de la máxima desvergüenza que estos que se llenan la boca de consultas a las bases, hasta para decidir si la pareja de los jefes se compra un chalet, se hurte a la verdadera “base”, a la ciudadanía, el derecho de verdad a decidir, a votar. Porque eso es lo que ni Pedro ni Pablo quieren ni bien ni mal. Y algunos otros y no solo el PNV que lo ha dicho, tampoco nos quieren ver por las urnas.
Porque si algo esta destapando la moción es la cada vez mas escuálida talla de nuestros políticos. Aquí, aunque se llenen la boca proclamándole, lo que menos les importa, más bien nada es el interés general. Tanto es así que cada vez y por esta buena y cruel razón la percepción que de ellos se tiene es como problema, como motivo de zozobra. Son ellos los que están poniendo en peligro la existencia de la Nación con mayúsculas y quienes nos pueden volver a sumir en una nueva crisis después del sufrimiento pasado con la anterior. Porque eso puede estar ahí, en un pis-pas. Y es su ambición y su irresponsabilidad la que nos puede conducir a esa nueva y aún más oscuro despeñadero.
Dicen que la jugada actual tiene mucho de jugarreta política. De hacer retratarse a los demás. Pero los que se están retratando son todos, pero todos y lo que está viendo el pueblo español es que vaya tropa, vaya pelaje, vaya “ganao” esta clase, casta o lo que le quieran llamar que nos ha tocado en suerte en un momento tan decisivo.