Sl pecado original del Gobierno, y al tiempo los grilletes que le impiden avanzar en su programa de cambios, es el hecho de tener que ir haciendo camino con unos costaleros reñidos con la Constitución y la monarquía parlamentaria. “Soy consciente, pero no me voy a rendir”, decía Sánchez en su comparecencia publica en la Casa de América. Sin embargo, ese dato de la realidad le sale al paso continuamente al presidente. Tanto en las celebraciones de sus cien primeros días de mandato, precedidas por una semana más negra, como en su entrevista televisada del domingo. Sobre todo en los dos asuntos apremiantes para la supervivencia del PSOE en el poder: conflicto catalán y la negociación de los PGE.
Sánchez se instala en un manta irrelevante. Que lo importante es anteponer el diálogo al conflicto. La obviedad no logra cambiar las cosas en Cataluña. Y aunque la ministra Batet insiste en que “seguimos percibiendo voluntad de diálogo”, el deshielo no funciona. Mientras tanto, Torra echa leña al fuego y hace oídos sordos al consejo de Sánchez: que abra un diálogo entre los propios catalanes. Y respecto a los PGE, que el PSOE sigue negociando con Podemos, lo han dejado claro sus socios. Los nacionalistas dicen que no los apoyarán si la Fiscalía y la Abogacía del Estado no hacen nada por la excarcelación de sus líderes. Y si el Gobierno no allana el camino hacia la autodeterminación. Por su parte, los dirigentes de Podemos recuerdan que sin Presupuestos no se puede gobernar.
Cataluña y PGE. He ahí los dos vectores cruzados que impiden el salto a la fama de Sánchez. La reforma constitucional contra los aforamientos, la exhumación de Franco, la sanidad universal, la oferta de empleo publico o los planes de vivienda se pierden en la polvareda, a pesar de airearlos en el acto del lunes con “la sociedad civil” en la Casa de América, con asistencia de todo el Gobierno, mientras, ay, el rey se presentaba desarropado en Hospitalet. Solo le acompañaron en la inauguración de la feria internacional del gas la ministra de Transición Energética y la delegada del Gobierno. Por lo demás, la celebración de los cien días de Sánchez no nos libera de los lugares comunes adheridos a un voluntarista relato que desmiente un estado de opinión extendido: insolvencia técnica, debilidad parlamentaria y descoordinación política. De ahí los bandazos: bombas inteligentes, defensa del juez Llerena, impuesto a la banca, el efímero apoyo a la ya exministra Montón o la inicial propuesta de elecciones “lo antes posible”.