LA ministra Narbona fue uno de los puntales de las catástrofes zapateriles en todas las cuestiones de medio ambiente. Durante sus años en el ministerio se rodeó de una corte de ultraecologistas que anegó con subvenciones. Pero el culmen de su lamentable labor fue la santificación de las desaladoras. Desaparecida durante unos años, se apuntó al sanchismo y ocupa la presidencia del PSOE, desde la que ha recuperado el talibanismo ecologista. Solo hay que recordar su actuación en la reforma de la normativa sobre la pesca fluvial; pactada y más que repactada, obligó a los socialistas a que se desdijesen de sus compromisos, porque a ella no le gustaba la modificación. Pero a quien le ha tocado ahora la modificación es a ella. Durante cuarenta años se ha presentado como doctora en Económicas, pero se ha descubierto que ese título es ficticio y ha tenido que rebajar sus méritos académicos a los de licenciada. El presidente puede estar tranquilo, a su doctorado cum laude aún le quedan muchos años de vida.