Crecimiento

epiten por activa y por pasiva que un alto desarrollo económico es la clave para el bienestar de todo hijo de vecino. Sin embargo, es una aseveración engañosa porque no siempre es así. 
Bajo la ideología neoliberal estas cosas hay que relativizarlas mucho. Lo curioso es que las élites mundialistas ponen a esta ideología –en términos económicos, morales, culturales y políticos– como si luchara contra el mal. Ellas son el bien y resto el mal.
La realidad es que muchos de los tan cacareados “crecimientos” no han mejorado para nada la vida de los ciudadanos de a pie, sino que en muchos casos la empeoró. Pero incluso en aquellos casos que hubo algún tipo de mejora ha sido a costa de destruir los valores.
Cuando se dice que un país registra un alto índice de crecimiento no significa automáticamente que eso le vaya a producir bienestar. Porque si no hay leyes que controlen una redistribución equitativa de la riqueza, para lo único que sirve es para ahondar más las diferencias sociales. 
Es obvio que para que el crecimiento tenga efectos positivos sobre una sociedad es necesario que existan mecanismos (impuestos justos) para que la gente común se beneficie de él. De otro modo nunca cumplirá la función que debería: que es el bienestar de la mayoría.
Y se podrían mencionar infinidad de casos en los cuales no la cumplió. Pero solo traeremos como ejemplo a Chile. En ese país existe un crecimiento sostenido desde hace muchos años, de hecho viene desde los tiempos de la dictadura de Pinochet. Pues fue precisamente él quien dio luz verde a los economistas de la escuela económica neoliberal de Chicago, o los “Chicago Boys” como suelen llamarles, para que llevaran a cabo su primer experimento neoliberal sobre el terreno. Tan “neo” fue todo aquello que se privatizó hasta el sistema de pensiones, incluso se llegó a la aberración de hacerlo con el agua. 
La ironía es que el supuesto desarrollo que tuvo esa nación latinoamericana no ha redundado en beneficio de la mayoría. Si así fuera, después de tantos años de crecimiento, la nación chilena debería haber alcanzado los estándares de vida de Suiza. Pero la realidad es otra muy distinta, por la sencilla razón de que los beneficios del crecimiento fueron a parar directamente a una minoría.
La ideología neoliberal tiene una visión darwinista de la sociedad, por lo tanto, se opone abiertamente a todo lo que signifique pagar impuestos sobre las ganancias, lo que significa que si no hay leyes que obliguen a hacerlo termina por producir grandes masas de excluidos sociales. 
El ejemplo está en que la brecha entre ricos y pobres sigue ampliándose y acelerándose, lo cual quiere decir que si no hay unos mecanismos justos de redistribución los beneficios de tener un alto PIB van a parar exclusivamente a las manos de unos pocos.
Lo cierto es que el mundialismo neoliberal está ocasionando muchos desastres económicos y sociales. Países enteros, comunidades, familias, todos están sufriendo los ramalazos de un modelo que arrasa con todo donde se implanta. Algunos aseguran que es como el caballo de Atila, el famoso Othar, que se decía que por donde trotaba no volvía a crecer más la hierba. 
Hay tanta confusión que incluso el colectivo de taxistas, que estos días mantiene protestas en las ciudades de Barcelona y Madrid contra las multinacionales “okupas” del transporte público, no es consciente de lo que está pasando a su alrededor. Y no lo es desde el momento en que está pidiendo cuotas. Porque el mismo hecho de pedirlas es como estar aceptando al intruso, de dotarlo de cierta legalidad. Un intruso que terminará por devorar al colectivo.
Tampoco los taxistas deben esperar nada de los políticos, puesto que la mayoría de éstos apoyan la liberalización total de los mercados, por tanto, apuestan por estas nuevas formas de transporte. Porque si no fuera así, ya hubieran aprobado leyes a nivel nacional para prohibir la actividad de este tipo de competencia desleal.
Así que, lo del crecimiento hay que tomarlo siempre con pinzas. Nos ponen ejemplos ilusionantes, magnificados, pero ocultándonos a toda costa la otra cara de la moneda.

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