los meses que llevamos conviviendo con la pandemia encumbraron al alcalde de Madrid, Martínez Almeida, por sus maneras de gestionar la crisis sanitaria y económica en la capital.
Con un estilo sencillo y abierto, practicó una política de proximidad, llamó a los madrileños a la responsabilidad con mensajes positivos, tomó decisiones sociales para que nadie se quedara atrás y evitó la confrontación política. “No es el momento de tirarse los trastos a la cabeza”, decía cuando le dejaban la pelota botando para que disparara contra el Gobierno central.
Cuatro meses después es el político mejor valorado en las encuestas y en las redes, elogiado por sus adversarios y aplaudido por los madrileños en sus recorridos por los distritos de la ciudad. Muchos le comparan con el alcalde Tierno por su talante.
Pero el logro más relevante de su gestión fue la firma de los Pactos de la Villa por los cinco grupos de la Corporación –PP, Más Madrid, Ciudadanos, PSOE y Vox–, que contienen un plan de actuación de 352 medidas en cultura, economía y turismo, política social y diseño urbano, elaboradas en muchas sesiones de trabajo por los 57 ediles y la intervención de 95 expertos para la reconstrucción de la ciudad desolada por la pandemia.
“Hoy es un día histórico para Madrid, estos Pactos son un ejemplo de la política útil”, dijo el alcalde, y las palabras “unidad, compromiso y servicio” a los madrileños coparon las intervenciones de los portavoces, todos sonrientes y algunos emocionados con este acuerdo que muestra que los políticos no son contadores de votos, ni profesionales de la bronca.
Este pacto “es un caso raro en la España fanática”, dice Raúl del Pozo. Cuando todos los partidos están despedazándose, el alcalde logra que toda la oposición de la compleja corporación madrileña firme un gran acuerdo con medidas que van a mejorar la vida de los vecinos. “No podemos dejar de subirnos a este tren de progreso”, decía la portavoz de Más Madrid
Y explica también por qué el alcalde, su impulsor, pasó de recibir insultos en las redes a conquistar a los tuiteros más alejados de su partido que aprueban su gestión “porque no miente, porque trabaja, porque hace las cosas bien… Se le entiende cuando habla, no se anda por las ramas como la mayoría de los políticos…”.
Los partidos que gobiernan el ayuntamiento de Madrid son políticamente como el agua y el aceite y, siendo así, el acuerdo fue posible. Un ejemplo de que la política es un camino de diálogo y de encuentro y la prueba de que cuando uno defiende una causa noble puede pactar con otros con los que no coincide en nada más. Madrid marca el camino para los pactos necesarios postcovid. También para Galicia.