Es probable que Rajoy dilatara una semana su respuesta a C’s para no chafar las vacaciones de agosto a los miembros de la Ejecutiva, ni las suyas propias. Al parecer, han sido demasiado cortas para los políticos éste año como para perdonar esa semanilla, pero, si es por vacaciones, se las podrían tomar más largas, e incluso no regresar de ellas. Es cierto que no han sido los gerifaltes del PP los únicos en pirarse e irse de bureo en lo más crudo de agost. El que más y el que menos, lo ha hecho. Si los políticos fueran autónomos, no habrían podido, pues, como se sabe, las vacaciones les cuestan el doble. Pero casi podría decirse más: nuestros políticos no habrían podido coger vacaciones si fueran, simplemente, trabajadores.
Se podría argüir que todo el mundo tiene derecho a esos días de descanso estival, pero es que, como poder, se puede argüir cualquier cosa. Más verdad e que las vacaciones sólo se justifican como culminación y recompensa de un trabajo hecho, y ahí es donde mejor se ve que ni los de la Ejecutiva del PP ni ninguno merece la modorra, el gazpacho, las moscas, el tedio o el simulacro de paella del chiringuito o del cuñado que componen, como elementos clásicos, las vacaciones. No hicieron su trabajo. No lo hicieron. La cuestión no radica sólo en que no han resuelto una cosa tan simple como formar gobierno, sino que ninguno de nuestros políticos, o casi ninguno, se ha tomado la molestia de hacer política, de gobierno o de oposición, en éstas fechas. En España, por mucho que sea verano, pasan cosas, incendios cada vez más devastadores por los recortes, sucesos que hablan del fracaso de la lucha contra la violencia de género o saturación severa de los servicios sanitarios, pero no parece sino que lo único que pasa es que esa tropa inane ha regresado, a regañadientes, de sus vacaciones.