No es verdad que Cristóbal Montoro sea un político estacionado en territorio de los números. En su cabeza la política siempre estuvo por delante, aunque su doble paso por el Ministerio de Hacienda (entonces con Aznar, ahora con Rajoy) le ha podido granjear la imagen de una persona inmovilizada en los ámbitos de la contabilidad. Otra cosa es que su condición de profesional de la política le haya llevado a camuflar sus posiciones en ciertos asuntos. Puede que a veces su sinceridad le haya jugado malas pasadas. Que no le haya ocurrido más veces lo debe a la complicidad del off the record respetado por los periodistas con mucha carretera y que tanto le hemos tratado en la distancia corta.
Hasta que un buen día decidió decir en público lo que suele decir en privado. O tal vez haya sido la habilidad de Jorge Bustos la que ha hecho el milagro. En cualquier caso, acabamos de ver a Montoro en estado puro: directo, sincero, deshabitado de complejos a la hora de decir lo que piensa y harto del chismorreo en su partido. Harto del gran chismorreo antimarianista, el que encabeza Aznar. “Estoy en política por él, pero no puedo admirar a alguien que ahora se dedica a los negocios y da lecciones desde fuera”, dice Montoro, rematando con una frase que le acredita como un gran constructor de analogías muy eficaces en la comprensión de situaciones. Es la frase que se coloca a la entrada de los quirófanos: “Silencio, estamos operando”.
Una forma de decir: “Si no va a echar una mano, largo de aquí”. Excelente recado para quienes se dedican al ruido de muebles en el interior del PP. Los muebles que mueve a distancia Aznar, que ahora se dirige al sucesor por comunicados de la FAES. El morbo de la conjura ya planeó después de las elecciones andaluzas, donde el PP perdió medio millón de votos y trece escaños. Suficiente para reactivar a quienes desde las últimas europeas venían señalando a Rajoy como culpable del hundimiento electoral. Aquel brote de antimarianismo murió en una esperadísima Junta Directiva (abril 2015). Entonces se desinflaron los que pedían la jubilación de Rajoy. Solo unas palabras de un Rajoy vagamente autocrítico y un llamamiento a no distraerse en luchas internas hasta las elecciones de mayo. Pero Aznar no se dio por aludido. No hace muchos días volvió a hablar de “un quinto aviso”, en referencia al mal resultado en las catalanas. Aznar volvía a ser injusto, inoportuno y pagado de sí mismo. Es fácil adivinar lo que ya ha ocurrido y desleal quejarse fuera de los órganos del partido. Montoro se lo acaba de decir.