Insomnio

No por las aporías administrativas de nuestros políticos que nos traen a todos de cabeza en sus reiterados esfuerzos por gobernar. Ni tampoco por esta nación acéfala que se salva gracias a ese Felipe VI- cuando nadie daba cinco céntimos por una monarquía sacudida por demonios internos y zancadillas externas y mediopensionistas- que ha sabido sacrificarse por su patria, España, que la voluntad de los ciudadanos y el destino ha puesto en sus manos.
Pero estas son lucubraciones que dejo para personas más doctas, tertulianos, comentaristas, estratogas de café y demás mentideiros del país. Mi insomnio, lisa y llanamente, aborda problemas de recuperación de capacidad física y movilidad. Somos contingentes y el plazo de caducidad lo tenemos en el vehículo aun cuando yo confíe, absurdamente, superar todavía muchas revisiones ITV.
No me quejo de nada. Fui afortunadísimo. Tuve hijos y nietos, planté árboles, escribí libros. He vivido con dignidad, sin agobios, salvo los problemillas derivados de las familias numerosas. He tenido serenidad, ponderación y equilibrio para razonar. Ahora si noto que las piernas me fallan o mis movimientos son torpes para atar los cordones de los zapatos. Sin embargo mi capacidad intelectual me permite asombrarme por la puesta sangrienta del sol tras monte San Pedro. O la sonrisa del cortacircuito nervioso porque el rocío mañanero coruñés llora desconsolado al amanecer cuando el sol ha perdido la Santa Compaña de estrellas desfilando de puntillas desde la rotonda de la Torre de Hércules hacia el oeste. O el llanto cascabelero de ese niño que quiere seguir jugando en la calle con punto final de la hermosa madre. También los vejetes, manos enlazadas con firmeza, protegiéndose de barlovento apoyados por bastones. Sin olvidar los borrachuzos polichinelas que caminan dando traspiés o se recuestan en un banco a dormir “la mona”…

Insomnio

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