en el último pleno celebrado en el Congreso de los Diputados, con objeto de prorrogar el Estado de Alarma, y que nos ha colocado como campeones mundiales del confinamiento de larga duración, el vicepresidente del Gobierno, señor Iglesias Turrión, apenas estuvo en el banco azul, sus ausencias superaron en mucho a sus presencias, y algunos lo achacamos a negociaciones de última hora para asegurarse el voto favorable al Gobierno del que forma parte, pero parece que fue otro el motivo, porque la negociación con Bildu la llevaron a cabo esa representante de la finura diplomática, llamada Adriana Lastra, y el jefe de la claque del PSOE, Rafael Simancas, por el que muchos temen por su salud en las palmas de las manos, no sea que se le produzca alguna lesión de tanto aplaudir y, sobre todo, con tan meritorio entusiasmo.
El desasosiego del señor vicepresidente puede que se deba a que, en su lucha denodada por combatir el coronavirus, en ese combate para salvar vidas en las residencias de ancianos -y cuyo fracaso es manifiesto- el señor vicepresidente sabe que uno de los factores que nos ayudarán a salir de esta situación es que salgan de la cárcel los condenados por delitos contra el Estado, Jordi Cuixart, presidente de Omniun Cultural, y el antiguo líder de ANC, Jordi Sánchez.
De la misma manera que Pedro Sánchez llegó a la conclusión, pactando con Bildu, lo que podríamos avanzar contra la pandemia, derogando la reforma laboral de 2012, Iglesias Turrión, debido a datos que serán tan secretos como quiénes compones el equipo de expertos que nos condena a estar en arresto domiciliario, ha descubierto que indultando a “Los Jordis” el coronavirus está vencido.
Muchas veces dudamos de la capacidad de nuestros gobernantes, pero hay que reconocer que, en cuanto descubren un detalle que sirva para que mueran menos españoles ahí están ellos, sin importarles ni el tiempo, que es suyo, ni el dinero, que es nuestro, de todos los contribuyentes. Confieso que me emociona esta entrega por nuestra salud.