El proyecto de integración que ultiman los Consejos de Administración de CaixaBank y Bankia a instancias de sus principales accionistas abre, por fin, en el sector el baile de operaciones corporativas que tanto tiempo llevan reclamando el Banco Central Europeo (BCE) y el Banco de España.
En 2011 se planteó una fusión CaixaBanck y Bankia, aunque, al final, por diversas razones no prosperó. No todo eran ventajas. Vista ahora con perspectiva, aquella operación podría haber evitado, sí, la insolvencia posterior de la segunda de ellas –la antigua CajaMadrid- , pero dado su tamaño y su exposición al riesgo inmobiliario, junto a la mala evolución entonces de los mercados y un empeoramiento de la coyuntura económica, podría haber puesto en serios apuros a la catalana, una entidad bien gestionada, menos expuesta al ladrillo y con activos diversificados.
Nueve años después es realista pensar que la proyectada fusión en curso puede salir adelante y que va a constituirse la primera entidad de crédito por volumen de activos en España. ¿Y qué puede conseguirse con ella? Espigando comentarios de analistas al respecto, cabe resaltar varios.
Primero: rompe los equilibrios internos del sistema financiero español al crear el mayor Banco por activos en nuestro país, a bastante distancia de otros importantes como Santander y BBVA. Pero sobre todo, va a forzar a las entidades medianas y pequeñas, que no tienen el asidero de la diversificación geográfica de las grandes ni su capacidad para hacer fuertes inversiones en tecnología, a reaccionar para no quedarse descolgadas ante el nuevo panorama del sector bancario.
Segundo: va a favorecer un incremento de la rentabilidad de la entidad resultante por la vía de la reducción de costes y el aumento de sinergias que este tipo de operaciones siempre generan. Lo ha repetido varias veces el Banco Central Europeo (BCE): las integraciones permiten combatir uno de los males de la Banca europea; esto es, su baja rentabilidad.
Por tanto, la fusión puede constituir un sensible alivio a corto y medio plazo, aunque no evitará un nada fácil proceso de reducción de plantilla en un momento de crisis como el actual. Se habla de un recorte de entre el 20 y 25 por ciento; algo así como entre 7.000 y 8.700 empleados.
Tercero: la integración debería servir como motor para ir avanzando hacia un modelo de negocio más ajustado a la realidad económica actual: mayor digitalización, mayor cobro de los servicios bancarios, menos y diferentes oficinas, entre otras novedades. La Banca on line se configura como la gran alternativa de futuro.
Y cuarto: la fusión volverá a sacar a la luz la controversia de las cuantiosas ayudas públicas que Bankia recibió en 2012 para su saneamiento y recapitalización. Sectores que se oponen a la operación pretenden forzar que exista un compromiso de devolución de la totalidad. Otros, más realistas, replican y se preguntan: ¿no será un imposible?