El verano este que parece que quiere comenzar a asomar pero que mantiene a los gallegos con el alma en vilo ha abierto una puerta a la esperanza a los profesionales del sector turístico gallego. Está bien que Galicia sea verde, que los ríos fluyan caudalosos y que hasta por las noches se agradezca una rebequita, pero que en pleno de mes julio los Cantones se conviertan en una especie de Venecia atlántica o que a la mitad de la población le esté comenzando a nacer musgo en los hombros comienza a ser más que preocupante. Hosteleros y hoteleros confían en que si el sol se mantiene imperante durante unos cuantos días más en el cielo, todavía estén a tiempo de salvar una temporada que, hasta el momento, está siendo bastante mala. Por lo pronto, la subida de tarifas que contaban poder aplicar si continuaban las tasas de ocupación de habitaciones ya casi han quedado olvidadas hasta un mejor momento.