Ni un minuto de tregua

No se entiende mucho –por no decir nada– que quien en una situación crítica dice apoyarte no te conceda tan siquiera un minuto de tregua sobre la preocupación que manifiesta compartir. O que,  al menos hasta que el cielo escampe, no aparque otra serie de controversias propias del discurso político ordinario. No se entiende, digo, pero es lo que incomprensiblemente está haciendo Pedro Sánchez cuando aún están por escribir nuevos capítulos y episodios del golpe de mano que los independentistas han pretendido dar en Cataluña.
Se podría entender que el secretario general socialista reitere su apoyo a Rajoy y que a la vez marque unas ciertas distancias en cuanto a la solución de la sempiterna “cuestión catalana”. Pero lo que no parece muy de recibo es que, en pleno fragor de la batalla, declare, como ha hecho, al presidente del Gobierno responsable y culpable del desaguisado actual en aquella comunidad. En primer lugar porque no es cierto. Y en segundo término porque, en todo caso, no es el momento. 
Y no es cierto porque estos lodos vienen de muy otros polvos. Por de pronto, de la zapaterada aquella de que, en la reforma del Estatuto de 2006, aceptaría todo lo que viniera del Parlamento catalán. Y, al tiempo, de la supresión del recurso previo de inconstitucionalidad (1986) por iniciativa del Gobierno de Felipe González. La vigencia del procedimiento hubiera impedido la desilusión generada por la sentencia del Tribunal Constitucional que podó el texto después de que éste hubiera sido ratificado en referéndum. Ya se sabe que las grandes expectativas no cumplidas generan a la postre grandes frustraciones.
Se está queriendo dar la impresión de que entre las llamadas fuerzas constitucionalistas hay unanimidad en torno a la firmeza y pasos dados por Rajoy en la crisis. Pero no es cierto. El Partido Socialista, en concreto, apoya lo justo y sin grandes entusiasmos. Y es que está de los nervios, porque teme que los modos y maneras de la gestión del conflicto acaben beneficiando al PP en las generales de fin de año. 
Así al menos se puso de manifiesto en la reciente reunión de presidentes autonómicos socialistas. Entienden que si el conflicto se mantiene, la campaña electoral estará condicionada por la rebelión nacionalista. Su escenario ideal sería, pues, que el bloque independentista ralentizara nuevas actuaciones y que el presidente no tuviera que intervenir.
Tal vez por eso estén tratando también de buscar su espacio diferencial con la apelación a una reforma constitucional que ni concretan ni ahora toca. De otra manera no se entienden tantas reservas y tantas distancias. En definitiva, que no saben poner las luces largas ni en momentos tan complicados y delicados como los presentes. El poder les nubla.

Ni un minuto de tregua

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