Esto del cálculo del déficit público parece el cuento de nunca acabar. Aquí ya vamos por la cuarta evaluación. Empezamos con el 6 por ciento del PIB que oficializó Rodríguez Zapatero, pasamos por la sospecha del 8 cuando Montoro hizo las primerísimas cuentas, hemos estado un tiempo en el 8,51 y últimamente hemos sufrido un “deslizamiento” hasta el 8,9 por ciento.
Pero por mucho que diga el presidente Rajoy que esta cifra ya es inamovible, bien podría no ser la última, habida cuenta de que la reglamentaria comunicación definitiva deberá ser remitida a Eurostat –la oficina estadística de la Unión Europea- a finales de septiembre. Esperemos, sin embargo, que no haya entonces nuevas sorpresas.
Tenía, pues, toda la razón el ministro De Guindos cuando el lobby socialista del comisario Almunia en Bruselas –si es que no fe él mismo- lanzó el infundio de que el 8 por ciento inicialmente manejado era un déficit exagerado e hinchado por el nuevo Gobierno para así poder mejor rentabilizar en su momento eventuales mejoras. “Ojalá fuera falso”, comentó sabiamente entonces el titular de Economía. Aquel déficit, sin embargo, resultó real e incluso se quedó corto. De todas formas, el “deslizamiento” de las escasas cuatro décimas fruto de la “circularización” de deudas pendientes en algunas comunidades autónomas o, si se prefiere, de operaciones denominadas “one off, de efecto en un solo ejercicio”, ha puesto a cien al Partido Socialista, que entre esto y el triunfo de Hollande vive días de euforia.
Y como, además, en el desvío último han tenido buena parte de responsabilidad comunidades gobernadas por el Partido Popular y muy especialmente la de Madrid que preside Esperanza Aguirre, su bestia negra, ya no le llega al PSOE la camisa al cuello. De satisfacción, por supuesto.
Como es gente muy ducha en contar la historia por donde le conviene, parece olvidar el Partido Socialista que, aun así, aun habiendo duplicado la cifra inicial, el déficit de Madrid (2.21 por ciento) es el quinto más pequeño de España y que sigue muy por debajo del registrado en comunidades tradicionalmente gobernadas por el PSOE, como Castilla-La Mancha (record absoluto, con el 7,30 por ciento), Extremadura (4,59) y Andalucía (3,24).
Y como tan ofuscados están, no advierten tampoco que los 4.000 millones de euros a mayores que significan las cuatro famosas décimas nada o muy poco tienen que ver con los 20.000 que el agujero inicial de Zapatero suponía. Y como tan desquiciados continúan, no reparan en que no es lo mismo duplicar o multiplicar por dos una magnitud pequeña que hacer lo propio con una grande . Y que no es lo mismo autodescubrirse que ser descubierto. Pero, en fin: esas son sus particulares cuentas de la lechera, algunas de las cuales ofenden la inteligencia.