El pasado 7 de noviembre, a los 80 años, fallecía Margarita Salas, una de las referentes de la ciencia en nuestro país. Discípula de Severo Ochoa, con él trabajó en Nueva York desde 1964 y hasta 1967, escapando de una España en la que la ciencia no disponía de financiación.
A su muerte, su figura tiene la importancia suficiente como para considerar casi una anécdota esta formación con el premio Nobel, aunque ella siempre lo recordaba como el maestro que le enseñó la importancia de la investigación básica de calidad.
En 1967 regresó a España, para trabajar en el Centro de Investigaciones Biológicas del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).
Allí, en 1969, creó la Sección de Biología Molecular que en 1971 se convertiría en el primer Departamento de Biología Molecular en España. Su papel en el desarrollo de esta disciplina en nuestro país continuó hasta lograr en 1977 la creación del primer centro de investigación de Biología Molecular en España.
Suyo fue el estudio del bacteriófago Phi29, un virus que infecta a las bacterias, y que permitió conocer como funciona el ADN y como la información que contiene se transforma en las proteínas que hacen funcionar al virus. De aquí salió la patente más rentable que nunca haya tenido hasta la fecha el CSIC. En 2019, logró el Premio al Invento Europeo precisamente por esta patente.
Por su laboratorio han pasado decenas de investigadores que actualmente ocupan puestos de relevancia en la ciencia. También destacó por su papel en la lucha contra la discriminación de la mujer en la ciencia. A buen seguro, una de las últimas alegrías que se llevó esta incasable asturiana fue ver como María Blasco, que realizó su doctorado precisamente con Salas, se convertía en la directora del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) o como Rosa Menéndez cogía las riendas del CSIC en el 2017, la institución en la que Margarita desarrolló casi toda su carrera.
Su ejemplo debe servir para conseguir que más mujeres entiendan que la ciencia también tiene un lugar para ellas, al tiempo que recordarnos que, a pesar de su gran excelencia, ella tuvo que superar muchos escollos hasta lograr el reconocimiento de su valía.
Quién sabe cuantas otras Margaritas se han quedado en el camino. Por eso hemos de celebrar sus logros, pero no olvidar que aun nos queda mucho camino por recorrer en la igualdad entre hombres y mujeres.