Apropósito de los autores de los crímenes de Charlie Hebdo, cabría hablar de carencias, de orfandades, de injusticia, de miseria, de razones para ese crimen, y se hará, esa es la otra cara del macabro negocio del terror. Pero no nos engañemos, nace su dios para ser ofendido y ser en la ofensa su justificación. Y en esa utilidad se le nutre con petrodólares. No obstante, debemos advertir que la única y más terrible carencia de estos asesinos no es material sino espiritual; se han dejado arrebatar sus singularidades y una vez en esa falta se han convertido en seres sin voluntad propia, animales de presa al servicio de una idea que de ser capaces de concebir las suyas propias les asquearían. Sin embargo, como he dicho, ahora nos toca justificarlos y lo vamos a hacer. Diremos: “Se ha ofendido a su dios, ¿qué necesidad hay?”. Y mañana ellos trazarán otra raya, y nos advertirán “no la crucéis”, y volveremos a decir, “al final es solo una raya, ¿qué daño hacen?”. Y trazarán otra y volveremos a exclamar tolerantes.