En esta época en la que el etiquetado feminista está tan en alza una podría llegar a pensar que la naturaleza ha tenido siempre un sesgo masculino muy marcado. Nuestra capacidad para reproducirnos está determinada por la fertilidad. Los médicos estiman que la edad ideal para tener hijos en el caso de las mujeres está entre los 21 y los 30 años. Eso no quiere decir después de esa edad no se pueda, pero a partir de los 30 años la fertilidad femenina inicia un descenso importante que a partir de los 40 tiende simplemente a desaparecer.
Hasta hace tres o cuatro décadas esto no parecía ser un problema. Las mujeres se casaban pronto y los niños llegaban precisamente en ese tramo de edad ideal para la reproducción. Ese era el curso natural de las cosas, a medida que llegaban los hijos las otras actividades de las mujeres (si las tenían) quedaban relegadas a un segundo plano o directamente desaparecían. Lo que decía, la naturaleza no pensó en la igualdad entre sexos.
La pregunta es muy simple: ¿qué hace una chica entre los 21 y los 30 en pleno siglo XXI? A los 23 años está acabando una carrera universitaria. A los 24 se prepara para hacer un posgrado o algún curso de especialización, a los 25 ya debería estar iniciando su carrera profesional. Si la chica es inteligente y tiene ambición (sí, ambición), a los 30 está en el momento perfecto para asumir más responsabilidades en la empresa.
Y es en ese momento exacto cuando la naturaleza, tan oportuna ella, le avisa que el stock de óvulos se le empieza a agotar, que si espera mucho será cada vez más difícil. Luego su madre también le insiste en que, claro, no es plan eso de tener hijos casi a los 40 porque luego en lugar de madre parecemos las abuelas de nuestros críos, etc.
Los tiempos no cuadran. No hay manera de sincronizar estos dos relojes, biológicos y social-laboral. Porque justo en el punto de mayor crecimiento personal y profesional, en el momento en que la mujer alcanza su momento perfecto para asumir la toma de decisiones, cuando podría sentarse en el sillón acolchado de la sala de juntas, en ese mismo instante la llamada de la madre naturaleza apremia y nos pone en el aprieto de elegir.
Los mensajes que se reciben desde las administraciones son, a veces, contradictorios o, al menos, poco sincronizados. Por una parte se invita a las parejas jóvenes a tener hijos, se les ofrecen más guarderías, deducciones fiscales, medidas para que los padres también asuman su parte de responsabilidad en los cuidados. Por otra parte también se anima a que las mujeres asuman más responsabilidades en sus ámbitos laborales, a que las chicas opten por carreras tradicionalmente masculinas como pueden ser las ingenierías, las informáticas...
¿Cómo conjugar ser una ingeniera, directiva y tener hijos a los 25? ¿No estaremos pidiendo demasiado?