El diálogo, la mente abierta, y la interdisciplinariedad son características de una forma de concebir la realidad y el mundo que se han ido perdiendo a causa del dominio de la técnica y de la especialización. Las humanidades han dejado paso al primado de la eficiencia. Hoy, lamentablemente, quienes dirigen, quienes toman decisiones, quienes influyen ciertamente en el decurso de las acontecimientos son, por lo general, personas dominadas por el pensamiento ideológico, por el pensamiento cerrado, por los prejuicios, por los estereotipos, por el imperio de los votos, en unos casos, por el lucro, en otros. Veamos hoy la relación de esta manera de proceder en el ámbito de las ideas políticas.
Como consecuencia de las ideologías cerradas, aquellas que parten de la posesión de la solución de todos cuantos problemas jalonan la existencia colectiva de la humanidad, estáticas por propia naturaleza, surge la necesidad, incluso la pasión, para quienes así operan, de situarse en la vida política social y política con un sentido perverso, por cerrado: la izquierda y la derecha, los de arriba y los de abajo, los de delante y los de detrás. Es decir, estar posicionado –de un modo maniqueo– en “la izquierda, abajo y adelante” o en “la derecha, arriba y detrás”, ha traído consigo el olvido lamentable de la tradición cultural de la que procedemos y que contribuimos a crear: una tradición de libertad, de pluralismo y de profundo respeto a la dignidad de la persona.
Sin embargo, presos como estamos del imperio del pensamiento único, estático, cerrado e incompatible, seguimos hablando de explotadores y explotados, de retrógrados y progresistas, de ricos y pobres, expresiones que además de profundamente simplistas son formulaciones que denotan una real actitud de miedo a la libertad, a la riqueza plural de la gente, que no es traducible a etiquetas reduccionistas de su condición, y un profundo miedo a la búsqueda de soluciones a los problemas que aquejan a nuestra sociedad. Ordinariamente, el pensamiento cerrado y estático que acompaña a las ideologías cerradas parte de la afirmación de prejuicios y de concepciones simplistas de la realidad, que son indicativas de pobreza discursiva o de inmadurez política y humana.
Por el contrario, el pensamiento abierto, dinámico y compatible, como estilo intelectual que responde a la realidad de las cosas, permite superar ciertamente las ideologías cerradas. No en el sentido de aislarlas y dejarlas sin lugar, que lo tendrán mientras haya gente con la disposición de aplicarlas, sino más bien en cuanto abren en el horizonte un espacio de pensamiento que rompe la bipolarización izquierda-derecha y que se caracteriza por su naturaleza abierta, crítica, plural y antidogmática, justo lo contrario, por ejemplo, de esa tendencia, hoy de moda, de canalizar el desencanto general hacia esquemas de odio y resentimiento. Hoy, debemos superar, si es posible, el ambiente en el que se desarrollan las ideologías cerradas: la lucha por la consecución de determinadas cuotas en el mercado ideológico.
Es decir, la confrontación ideológica es, en primer lugar y sobre todo, captación de ideas, pero no enfrentamiento ideológico, con lo ello supone de entender la concepción de ideas como instrumento de poder, sino diálogo, siempre abierto al entendimiento, que ciertamente puede llegar o no. El pensamiento abierto, plural, dinámico y complementario es necesariamente un pensamiento más complejo, más profundo, más rico, en análisis, matizaciones, supuestos y, por supuesto, aproximaciones a lo real.
Es más, esta modalidad de pensamiento lleva a un enriquecimiento del discurso democrático. Si el pensamiento único, estático e ideológico prevalece, como ocurre entre nosotros, el discurso político se repliega, se cierra y se concibe como un instrumento de poder, de dominación que aplasta la pluralidad y la apertura connatural a la democracia. La apertura del pensamiento político a la realidad reclama un notorio esfuerzo de transmisión, de clarificación, de matización, de información, un esfuerzo que puede calificarse de auténtico ejercicio de pedagogía política que, por cuanto abre campos al pensamiento, los abre asimismo a la libertad. Hoy necesitamos volver a recordar la centralidad de la persona, de sus libertades. Necesitamos denunciar siempre que sea necesario que el poder tiene sentido en la medida en que facilita el bienestar integral de las personas, del pueblo. Los postulados del pensamiento abierto, plural, dinámico y compatible nos invitan hoy a reivindicar que el poder político cumpla el papel que le corresponde y que fomente una educación a la altura del tiempo en que estamos. Una educación libre y plural. Nada más y nada menos.
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