Sabido es que los sondeos no se hacen, se encargan, y ahora parece que todos se encargan contra el PSOE, es decir, para contribuir a domeñar y torcer su razonable decisión de no entregar la gobernación de España al PP, el único partido que, no debe olvidarse, está imputado al socaire de uno de los innumerables casos de corrupción, el de los papeles de Bárcenas, que ha protagonizado. El último sondeo arrojado a la crisma de Sánchez concluye que la mitad de los votantes socialistas prefieren un gobierno del PP a unas terceras elecciones, o, lo que es lo mismo, que los 85 diputados del PSOE se abstengan en la investidura de Rajoy. Nadie en su sano juicio, ciertamente, desea unas nuevas elecciones, las terceras en un año, pero puestos a sondear, se podría ver qué opinan los votantes del PP o de Ciudadanos ante la pregunta que sólo se hace, al parecer, a los del PSOE: “¿Preferiría un gobierno socialista antes que unas terceras elecciones, y machihembradas, encima, con la Navidad por expreso deseo de Rajoy?” Lo mismo la mitad, votante arriba, votante abajo, decía que sí. Es más; también se les podría preguntar a los del PP lo siguiente: “De haber sabido que la cosa iba a acabar como la vemos tras el 26-J, ¿habría preferido la abstención del PP en la malograda investidura de Pedro Sánchez, apoyada por Rivera?”. Ya a los pocos días de las últimas elecciones, y a la vista de la nuevamente endiablada aritmética para la formación de un gobierno, salió un sondeo que era, como si dijéramos, el padre de éste de ahora. Según aquél, siete de cada diez votantes socialistas decían ser partidarios de la abstención del PSOE a cambio de algunas contraprestaciones, pero al sondeo-hijo se le han caído éstas y reclama la dicha abstención por la patilla, apelando al bien de la patria y confundiendo deliberadamente éste con el bien del PP. Será cosa de no perderse el próximo sondeo, el sondeo-nieto, sobre el particular.