SI Xulio Ferreiro, el Varoufakis de A Gaiteira, hubiese leído las entrañas de un ave se habría dado cuenta de que no había buenos presagios para la cuestión de confianza. Que hubiese volado la cubierta de Riazor 24 horas antes del pleno era un augurio nefasto. Pero su condición de animalista –que no significa que le gustes estar rodeado de animales, sino que no soporta que les hagan sufrir– le impide abrir en canal a cualquier bicho, incluso a una gaviota, aunque sea la del PP. Y, claro, se estrelló en el pleno. El PP y el PSOE le sacudieron, como estaba previsto, por todas partes; hasta Avia Veira, valor emergente de la política municipal, que purga con su soledad en el salón de plenos pecados que no le corresponden, pues los cometieron los bloqueiros que la precedieron en María Pita, le dio una buena ración de palos, aunque, al final, se apiadó y votó con los mareantes. Su apoyo no llegó para salvar al Príncipe de las Mareas, que sabe que le quedan cuatro semanas como alcalde, pero igual ni un día más. Como dirían sus concejales, el desenlace se conocerá de manera inminente, pero esta vez en el sentido real de la expresión.