Albert Rivera continúa siendo uno de los principales activos de Ciudadanos. Es verdad que el partido ha ido creciendo y que junto a Rivera empiezan a tomar cuerpo otros dirigentes, pero salvo Inés Arrimadas, ninguno tiene el tirón mediático de Rivera. Durante estos meses tanto Rivera como Ciudadanos parecen haberse consolidado, es decir, que han llegado para quedarse. Es más, pese que a Ciudadanos les ha rozado algún escándalo con representantes que no cumplían el código ético de la formación, no parece haber afectado a su credibilidad, porque cada vez que se ha lanzado una sombra sobre los suyos Rivera ha actuado de modo contundente.
La percepción que tenemos buenas parte de los ciudadanos de a pie de Rivera y su partido es que han ocupado el espacio de centro, que recuerdan en algunos aspectos a UCD. Además las negociaciones con el PSOE para intentar formar gobierno han consolidado la imagen del propio Rivera como un político dialogante, capaz de establecer acuerdos a izquierda y derecha y ofreciendo a los españoles un “cambio” tranquilo, sin sobresaltos, sin ocurrencias.
Ahora está por ver si el trabajo de estos meses rinde a Rivera réditos suficientes para aumentar el número de escaños y convertirse en el fiel de la balanza de cualquier fórmula de gobierno o incluso optar el mismo a formar gobierno. El único problema de Rivera, que hasta ahora le ha ido bien y ha ido acertando más que equivocándose, es que no pierda pie, que no se lo crea, que no levite. En política cualquier error puede dar al traste con la labor anterior. ¿Qué puede ofrecer Rivera a los electores? Centralidad, es decir, garantizar que si le otorgan la suficiente confianza evitara saltos en el vacío.