EUROVISIÓN, cualquier español con cierta edad lo sabe, es un invento para que los demás países se alíen a la hora de repartir los puntos y perjudicar a España, que siempre tiene una de las mejores canciones. En realidad, esto era hasta hace aproximadamente una década. Ahora se trata de llevar a un personaje pintoresco, cuya elección, por supuesto, está rodeada de polémica. Hasta aquí todo normal, más o menos. Lo que ya roza el esperpento es que la designación de Manel Navarro para ir al festival de Kiev terminara con el público amotinado, el ¿feliz? ganador lanzando cortes de manga al ¿respetable? y con una agresión entre bambalinas a uno de los jurados que optó por el artista catalán. Por poco tienen que intervenir los antidistubios.